Por: JORGE HERNANDO CARVAJAL PÉREZ
Hace unos 8 años, una noche cuando regresé a la casa, de manera sorpresiva me encontré con una perrita schnauzer negra como el azabache, que salió a recibirme moviendo la cola como si me conociera de toda la vida. ¿Y esto?, le pregunté a mi esposa Cristina y ella me explicó que unos vecinos la estaban regalando, pero que ya habían quedado en dársela a una señora.
Como entre mis planes no estaba tener un perro, me pareció bien esa solución, pero al día siguiente ocurrió lo mismo, el mismo recibimiento más efusivo aún, con el ingrediente de que esta vez, cuando me senté a mirar televisión, la perrita se me subió al regazo y se quedó profundamente dormida y desde entonces, se quedó para siempre, brindándonos muchas alegrías a mi esposa Cristina, a mi hijo Jorge Luis y a mí.
En las últimas horas, Luna se nos fue y nos demostró que la muerte de una mascota, ya sea un perro, un gato o un conejo que ha estado con nosotros día tras día, como un fiel e inseparable amigo, un miembro más de la familia, es un momento bastante duro.
Conocemos de antemano que se trata de un hecho inevitable, máxime cuando la vida de las mascotas es mucho más corta que la de nosotros, pero es innegable como lo acabamos de comprobar que su perdida causa mucho dolor.
No puede ser de otra manera, puesto que el perro o el gato, con quienes hemos compartido muchos años de nuestras vidas, es un ser muy querido y, por lo tanto, es difícil superar el no volver a ver a un amigo o familiar al que queremos y hemos compartido, tantos instantes felices de nuestras vidas.
“Superar la pérdida de nuestro amigo peludo, significa recordarlo, no con lágrimas en los ojos, sino con una sonrisa en el corazón. Podemos volver a ver sus fotos sin sentirnos tristes, recordarlo por los buenos momentos vividos, mientras que los difíciles últimos días a su lado se van difuminando”, dice la escritora especialista internacional en cómo superar la pérdida de mascotas, Laura Vidal, autora de libros como “Espérame en el Arco Iris” y nosotros estamos plenamente de acuerdo con ella.
Como no sentir dolor por la pérdida de ese ser querido peludo, con patas y hocico, siempre listo a dar y recibir cariño, puesto que él ha estado ahí todos los días, dándonos calor cuando hacía frío y consuelo cuando estábamos tristes, como lo hacía la perrita Luna con nuestra familia
Con ella aprendimos que quizá ese sincero e incondicional amor que nos entregan nuestros animales es para que aprendamos de ellos a amarnos así entre nosotros.

