Cada diciembre, Pasto se llena de luces, música, encuentros familiares y un espíritu de celebración que refleja lo mejor de nuestra identidad cultural.
Esta época representa un momento de unión, tradición y alegría, previo a la llegada de enero, cuando los pastusos damos la bienvenida al Nuevo Año en medio de la festividad del Carnaval de Negros y Blancos. Sin embargo, así como la temporada de fiestas trae motivos para celebrar, también suele venir acompañada de comportamientos que ponen en riesgo la vida y el bienestar de todos: el consumo excesivo de licor, la conducción en estado de embriaguez y la participación en riñas que derivan en lesiones y tragedias evitables.
La temporada decembrina debe ser un tiempo de paz, pero cada año los servicios de salud y las autoridades reportan un incremento preocupante en atenciones por accidentes de tránsito, agresiones físicas y casos de violencia asociados al abuso del alcohol. Estas situaciones no solo generan dolor y pérdidas irreparables para las familias, sino que también sobrecargan los hospitales, comprometen la seguridad ciudadana y opacan el verdadero sentido de estas fiestas.
En Pasto, donde la convivencia y el respeto mutuo han sido siempre valores fundamentales, resulta urgente hacer un llamado a la prudencia. Celebremos, sí, pero con conciencia. Porque la alegría no debe confundirse con descontrol, ni la libertad con irresponsabilidad.
El consumo de licor, cuando se vuelve excesivo, distorsiona la capacidad de juicio, incrementa la agresividad y disminuye los reflejos necesarios para evitar peligros. Por ello, conducir bajo sus efectos es una de las formas más peligrosas de irresponsabilidad: no solo se pone en riesgo la propia vida, sino también la de peatones, pasajeros y otros conductores. Cada accidente provocado por la embriaguez al volante es un hecho que pudo haberse evitado si hubiera primado el autocuidado y el respeto por la vida.
Las riñas, por otro lado, son un reflejo de cómo el exceso de alcohol y la pérdida de control emocional pueden convertir un momento de celebración en un escenario de violencia. Peleas entre amigos, familiares o desconocidos terminan muchas veces en heridas graves que dejan marcas físicas y emocionales duraderas. No hay razón alguna para que una noche festiva termine en una sala de urgencias o en una estación de policía.
La solución no está únicamente en las campañas institucionales o en los operativos de las autoridades. Está, sobre todo, en la decisión individual de cada ciudadano. Ser prudentes no significa dejar de celebrar; significa hacerlo con responsabilidad. Significa entender que la vida es frágil y que protegerla es un deber ético. Significa también ser un ejemplo para las nuevas generaciones, que aprenden de nosotros cómo vivir y cómo relacionarse con los demás.
Este diciembre, Pasto tiene la oportunidad de demostrar que puede festejar con alegría y cordura. Que puede mantener sus tradiciones sin convertirlas en excusas para el descontrol. Que puede cuidar a sus habitantes y evitar que las cifras de accidentes y agresiones sigan marcando un panorama triste cada fin de año.
Invitamos a cada pastuso a reflexionar antes de tomar decisiones impulsivas. Si se va a tomar, no se conduce. Si se siente alterado, aléjese del conflicto. Si se quiere disfrutar, hágalo con moderación. Y, sobre todo, recuerde que las fiestas pasan, pero las consecuencias permanecen.
Que esta Navidad en Pasto sea sinónimo de unión, respeto y vida. Porque celebrar con responsabilidad es la mejor forma de honrar lo que somos y de construir un futuro más seguro para todos.

