POR: P. NARCISO OBANDO
El Adviento es un tiempo de gracia en el que la Iglesia nos invita a preparar juntos el pesebre de nuestro corazón, de nuestras familias y comunidades para que acojamos a Jesús con un renovado amor.
Procuremos estar más atentos, aprender a mirar y escuchar, para reconocer las señales que Dios nos pone cada día, a través de las cuales nos va guiando, alentando o advirtiendo ante los peligros, pero sobre todo para descubrir cómo Dios se va manifestando en la realidad, tejiendo nuestra historia con asombrosa cercanía y respeto, ayudándonos a poner lo mejor de nosotros al servicio de todos.
Cuánta falta nos hace despertar la alegría y esperanza, en medio de tantas oscuridades y desalientos. La presencia de Jesús en medio de nosotros es la fuente de una alegría que nada ni nadie nos puede quitar, en Él hemos puesto nuestra esperanza y sabemos que no seremos defraudados.
Recordemos que la Navidad es siempre un acontecimiento nuevo porque nuestra situación personal, eclesial y social va cambiando y, por tanto, desde esa nueva perspectiva acogemos al Niño Jesús, que viene a compartir nuestra vida, a caminar con nosotros y enseñarnos a vivir como hermanos.
Tengamos siempre presente que la Navidad saca lo mejor de cada persona, despierta el amor a la vida, a la familia, crea un ambiente de paz que invita al encuentro con Dios, con los hermanos, nos hace tomar conciencia de que nunca estamos solos, que Él es el Emmanuel, el Dios con nosotros, que viene a quedarse y enseñarnos a mirar la vida con su mirada para reconocer su presencia en el prójimo y en los acontecimientos de la vida cotidiana.
Vivir la Navidad es aceptar la invitación que Él nos hace de ser luz para nuestros hermanos, que necesitan signos de esperanza que los fortalezca para seguir haciendo el camino de la vida.
Jesús nos enseña que nadie puede luchar en la vida aisladamente, se necesita una comunidad que nos sostenga y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia adelante.
Es así que, los sueños se construyen juntos. Que en esta Navidad volvamos a soñar construir una patria de hermanos, donde cada uno pueda vivir con dignidad, donde nos escuchemos y dialoguemos para discernir el futuro, donde luchemos por el bien de todos en especial de quienes han quedado marginados por distintos motivos.
La Iglesia crece en la medida que todos y cada uno somos capaces de asumir la misión que Jesús nos confió, con verdadero entusiasmo y compromiso, para ello, necesitamos que el Adviento sea un tiempo en que tengamos una honda experiencia de encuentro con Dios, a través de la oración, de la meditación de la Palabra de Dios que es un manantial inagotable de vida nueva del cual beber.

