Jorge Carvajal

¡Qué alegría, hoy comienza diciembre!

POR: JORGE CARVAJAL

¿Cómo les parece? Hoy ya estamos en diciembre, el mes más esperado del año por grandes y chicos.

Por ello, respiramos pura alegría, contento y dicha, puesto que entramos de lleno a la temporada de Navidad, una época maravillosa, que a muchos de quienes hoy peinamos canas, nos remonta a los días de nuestra infancia, cuando le escribíamos cartas al Niño Dios, con las que, sin saberlo, poníamos en serios aprietos a nuestros padres.

Pero antes de la Nochebuena, los niños teníamos motivos de sobra para estar contentos, ya que el 7 de diciembre, era y lo sigue siendo, la Noche de las Velitas, una celebración pletórica de colorido, cuyo recuerdo nos trae grandes nostalgias de tiempos que no volverán, pero que resultan inolvidables.

En la Noche de las Velitas y en la Nochebuena derrochábamos alegría al mayor y al detal y nuestra mayor alegría como niños, era encender las coloridas velas. También, en las dos fechas, así como el 31 de diciembre, para despedir el año, ¡qué peligro!, quemábamos pólvora, que no era prohibida: los más pequeños velitas romanas, cuya propaganda decía que eran totalmente inofensivas. ¡Qué va! Después de más de medio siglo, todavía tengo la señal en un brazo de una quemadura con una de esas velitas, que soltaban estrellitas multicolores, pero cuando se consumían, mostraban una punta que ardía durante varios minutos, con la que más de un niño resultó quemado.

Los más grandes, eran felices con los llamados diablitos, elaborados con base en una sustancia bastante venenosa, como lo es el fósforo blanco, lo que los convirtió en los favoritos de los suicidas de hace años, quienes se los tomaban con agua, como si fueran mejorales.

Y, es que, en esa lejana época, la pólvora se vendía de manera libre en todas las tiendas y en ese sentido, todavía me parece estar viendo la inquietante imagen, de los cartones de diablillos colocados al lado del pan y de las galletas.

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Pero sigamos con recuerdos más agradables: después de la Noche de las Velitas, a partir del 16 de diciembre, comenzaba la Novena de Aguinaldos que se prolonga hasta la Nochebuena del 24 de diciembre, días o mejor, noches, en las que los niños nos atragantábamos de natillas, buñuelos y arequipe. Además de eso, una de nuestras más grandes alegrías, la constituía la elaboración de panderetas, para lo cual utilizábamos tapas de gaseosa, a las que les abríamos un hueco en la mitad y ensartábamos en un alambre, para cantar el “Dulce Jesús Mío, Mi Niño Adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”.

Por eso, hoy me siento contento, alegre, pletórico de grandes esperanzas y optimismo, puesto que diciembre, como en una máquina del tiempo, nos transporta a los maravillosos años de nuestra infancia.