Por: Luis Eduardo Solarte Pastás
Varios estudios e investigaciones llegan al consenso que la violencia machista se refiere a todas aquellas acciones que contribuyen al menoscabo sistemático de la dignidad, la estima y la integridad física y mental de las mujeres, niñas y personas con una identidad de género y/o sexualidad distinta a la normativa.
Además, la violencia machista, es un tipo de violencia estructural que se encuentra presente en todas las sociedades y todos los espacios sociales, aunque se da en distintos niveles y mediante diferentes mecanismos dependiendo de diversas cuestiones de raza, clase y pertenencia a determinado grupo étnico.
La violencia machista, es también, una expresión de la desigualdad que impone el patriarcado. Y, a su vez, es un medio que ayuda a reforzar, legitimar y reproducir la supremacía de “lo masculino” sobre “lo femenino”.
En ese sentido, en Colombia, se puede decir que existen varios comportamientos que fortalecen las creencias o refuerzan las conductas machistas que desembocan en violencia.
Es así como en nuestra sociedad, la cual todavía es considerada machista, prevalecen creencias, de un hombre como el pilar de la casa, donde a él se le debe todo el respeto, admiración y de quien se debe aceptar cualquier comportamiento violento, dando una típica justificación de “pegue o mate marido es”.
El machismo, por tanto, consiste en la descalificación del hombre hacia la mujer, en la que tratan a las mujeres como si fueran seres invisibles o que solo existen para servir al género masculino.
Frente al problema del machismo que se da en la vida de todos los hombres, la pregunta que la gente se hace es ¿cómo combatirlo?
Hay miles de artículos, ensayos y demás escritos que recomiendan a la mujer qué actitudes debe tomar, a quién puede recurrir, cómo debe actuar, etc. ante los casos de agresiones o vejaciones m achistas.
Hoy en día, toda mujer sabe lo que se supone que debe hacer al respecto, pero muy pocos de esos textos les dicen a los hombres qué actitudes deben evitar, dice la psicóloga Natividad Hernández Claverie.
En Colombia, los índices de violencia machista son realmente altos. Por ejemplo, en lo corrido del año 140 mujeres han sido víctimas de feminicidio y 659 alertas por este flagelo se han remitido a la procuraduría y personerías municipales. Así mismo se han realizado 30.492 exámenes medico legales por violencia de pareja, de los cuales el 86.50% son contra las mujeres.
Por ello se hace necesario trabajar con las presentes y futuras generaciones para combatir la violencia machista en alguna proporción.
Y es, entonces, cuando el camino más expedito que aparece para propender por la erradicación del machismo, es la educación.
Pero una educación dentro de unos principios éticos y morales que, desde la infancia, se pongan en práctica sobre el respeto que tiene que haber hacia la mujer y que, además, existan leyes concretas y eficaces que promuevan la igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres.
Sin embargo, también se requiere de gobiernos que de verdad defiendan tales derechos y deberes, a través de sus instituciones y con funcionarios que dejen a un lado su posición machista.

