Jaime Goyes Andrade

¡No al toreo!

Por: Jaime Goyes Andrade

Durante esta semana nuevamente se hundió en el congreso de la república la prohibición total de las corridas de toros en Colombia, siendo esta la quinta vez que los defensores de los animales pierden su lucha. 

En muchas ciudades del mundo hay grupos y entidades que buscan acabar con el toreo, práctica salvaje con la que se maltrata y asesina a un animal, en medio de los aplausos y ‘oles’ de otros más animales.

Por el momento, Bogotá era reconocida en todo el planeta por ser una de las pocas ciudades donde se prohibió el toreo, pero al parecer nuestros congresistas piensan revivir esa malévola práctica.

Ustedes qué pensarían de una persona que le pegue a su perro o gato, le eche vaselina en los ojos para que no pueda ver bien, le quiebre las costillas con costales llenos de arena, lo tenga sin comer nada durante una semana, lo chuce con unas varillas hasta que sangre y al final le meta una espada en su corazón hasta que muera. Dirían que es un inhumano y lo denunciarían ¿cierto? pues esto y muchos más vejámenes lo hacen con los pobres toros, antes de iniciarse una corrida. ¿Y quién denuncia?, nadie y por el contrario, son miles de personas las que acuden a las corridas para gritar y aplaudir por ver como masacran a un animal.

Si son tan machos los toreros, ¿por qué no lo torean sin necesidad de hacerle tantas torturas?, obvio que al primer intento el toro mandaría lejos a su verdugo y no lo dejaría ni respirar, por eso le hacen tanto daño, para que cuando salga a la arena el animalito no pueda ni ver bien, ni mucho menos cornear.

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Pero lo malo es que esta práctica asesina (no veo otra forma de llamarle) es manejada por las clases más altas del mundo, por eso es que a pesar de que existen numerosas asociaciones defensoras de los animales, nunca han podido evitar que se sigan realizando.

Existen varias asociaciones que buscan que las corridas de toro desaparezcan en el mundo, pero hasta el momento no les quieren hacer caso.

Ya en esta época no debería existir esa práctica, me recuerda al sadismo que vivieron los romanos cuando echaban gente a los leones y eso era su diversión, aunque acá no hablamos de personas, si hablamos de la forma tan vil y miserable como matan a un animal, el cual también siente, sufre e incluso llora por el dolor tan grande que le producen las grandes llagas que le deja el torero, eso sí, antes de matarlo bajo los aplausos de un montón de desalmados.