Jonathan Alexander Espana Eraso

El lenguaje de la memoria

Por: Jonathan Alexander España Eraso

La escritura está regida por la memoria que es una progresiva iluminación del mundo. En su acontecer, va tras la inocencia, mientras las palabras se urden y quien escribe reaparece. Así, la página recupera sus sentidos de arraigo y de profundidad, y nos permite habitar en la creación

En la poeta de origen tumaqueño Martha Cecilia Ortiz Quijano la escritura no sólo nos regresa al mundo, sino que lo reinventa para devolverle su originalidad en la que se zurce un tiempo felino que acoge y desgarra. Las coordenadas entre la memoria y lo imaginario, entre la inmediatez de la imagen y las dimensiones que ella despliega, son la realidad del recuerdo que se hace entraña en el poema. Y un cuerpo y sus fantasmas surge, se sabe imagen, y, de paso, se intuye vital, susceptible de dar a luz gravitaciones, noches primigenias.

La noche en que nací

una tormenta era mi casa.

Los rayos iluminaron el vientre de mi madre.

La luz, se hizo vida.

En los poemas de Ortiz Quijano hay una visión de sí misma, en un hilado de relaciones que construye la mirada que lo va leyendo, como un logos de la nostalgia que deviene dibujo y espacialidad verbal. De ahí que, en esta escritora, la familia y el paisaje sean nuestro lenguaje. Una doble perspectiva se dona: un lenguaje que es el de la memoria y una memoria como lenguaje.  

La casa de mi abuela de madera y azotea

de corredores amplios y veraneras

y una escalera que lleva a un cielo desconocido.

En su exposición, la de Martha Cecilia Ortiz Quijano, el movimiento de los sustantivos es interrumpido por una voluntad que lo enfrenta para resignificar una presencia, un familiar proliferante, una alquimia de sentimientos. Se trata de la transfiguración misma de su herencia tradicional; la realidad que ella nombra es inseparable de lo que ella es en el continuo abismarse en las palabras a través de sus espejos y de su claridad íntima. 

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La resistencia que colinda con lo ancestral no es ya la fisonomía de los poemas de Ortiz Quijano, sino, más bien, se traduce en un tiempo personal en el que aflora el tiempo mismo de lo mítico, el de la raíz de lo afro, donde vislumbramos, en la trama de lo diverso, el canto que es todos los arrullos.    

Canta arrullos que rasgan la memoria

(…” Abuela Santana porqué llora el niño”…)

Tiene tatuado el litoral, mi madre en sus manos.

La música de los poemas de Martha Cecilia Ortiz Quijano traza el canto original y transcurre en la transparencia del recuerdo que existe sólo para ser tierra y mar, lo que une y separa, revelando el litoral que presenciamos y nos devora. En estos espacios, se engendra la anterioridad de la escritura en la que la poeta levanta a coro una canción, y como pájaro, nos trae los vocablos para que construyamos nuestro nido y su ramaje ritual.