Por: Carlos Alvarez.
En la campaña para la elección presidencial en Colombia, una de tantas críticas fue lo referente a una nueva política en la lucha contra las drogas ante el fracaso de la actual con patrocinio de los Estados Unidos. Se oyeron voces de “muerte y angustia” sobre un candidato que premiaría a los narcos en vez de fumigarlos con balas como ha sido durante 40 años, naturalmente también incluían a los raspachines, campesinos que no tienen otra manera de sacarte el quite a la muerte por inanición.
El secretario de Estado manifestó inclinación a negociar las propuestas del presidente Petro ante el reconocimiento tácito de tal fracaso que en vez de aplacar lo tocante a las drogas y a su cultivo en América Latina, lo que se ha visto es el aumento no solo de la producción sino la consolidación de verdaderos ejércitos con moderno arsenal, o sea un estado dentro del estado. Hace apena cuatro años los cultivos ilícitos eran de una tercera parte de lo que son hoy en día, aproximándose a 300.000 hectáreas en Colombia.
Entre los cambios anti drogas, el presidente insta a los Estados Unidos a prescindir del uso del glifosato cuyos efectos nocivos a la salud de los campesinos de las zonas de cultivo y contra el medio ambiente están probados científicamente por entidades internacionales. Esto también engrana con el proyecto de Paz Total que ha despertado interés en el gobierno Biden de conocer a fondo su contenido.
La gira del Sr. Blinken continúa en Santiago y Lima, los tres gobiernos de izquierda en América y claro, el conocimiento de la delantera de Lula en Brasil del pasado domingo. Pero además de un acuerdo sobre la represión del consumo y cultivo, para disminuir el riesgo de un aumento de la influencia de Rusia, China e Irán en la región.