Por: Germán Caicedo Mora.
El desempleo, la inflación y el controvertido sistema de salud han estado presentes en el país y son tres carencias sociales muy obstinadas para continuar vigentes; similares, proliferan otras, de igual ponderación, en su empeño para afectar las condiciones de vivir con dignidad.
Dignidad es una palabra con amplia aceptación y muy utilizada; según el diccionario, “identifica el respeto y la estima que todos los seres humanos merecen y se afirma de quien posee un nivel de vida de calidad humana irreprochable”. Para este texto se complementa, como el derecho de toda persona para vivir con calidad humana, sin padecer las carencias materiales o simbólicas que limitan las libertades y la capacidad para ser auto responsable.
Del texto precedente, se resalta por su calidad inherente de persona humana y por su sola condición de Ser social está su dignidad; calidad que representa un derecho para ejercer la libertad y autonomía con responsabilidad; el hecho de vivir en penumbras por las carencias, le llevarían directamente a las condiciones de afectar su dignidad. Por eso, es interesante poder entender aquellas carencias, cuando las lleva un padre de familia, un hijo hombre o mujer que tienen obligaciones.
Imaginemos. Qué tipo de reflexiones le pueden pasar por la mente a esa persona privada del derecho al trabajo, sin salario, con ingresos insuficientes, con restricciones para adquirir alimentos, vestuario, recreación; incluyamos, la imposibilidad de acceder a la educación y también el servicio de salud catastrófico; frente a estas evidencias, vale hacer el ejercicio de pensar. De pronto, son pocos los ciudadanos que, por muchos motivos, reparan en tales vivencias tan reales que a diario miles de personas las enfrentan.
El Dane, les toma el pulso a esos hechos para informar en indicadores su tendencia. Sin entrar en detalles, a nivel nacional en julio el desempleo llegó a 1.9 millones de personas, la inflación en agosto alcanzó 10.84% superior a la tasa del mismo periodo del año anterior. En las regiones se registran dinámicas con mayores desequilibrios, principalmente en los departamentos fronterizos.
Por el lado del sistema de salud, el país señala a las EPS de donde se desprenden sucesivas repeticiones de causas, efectos y carencias que los usuarios han sido extremadamente pacientes en soportar tantos casos de deshumanización, la penuria de medicamentos, las citas y tratamientos dilatados, lo cual, convierte al sistema en el arma ideal a favor de la muerte, que de la vida. Se intercambió la dignidad por el dinero.
Las problemáticas descritas, no son referencias emblemáticas; al contrario, son reales y se han construido predicciones y hasta escenarios que precisan la atención urgente por los tomadores de decisiones, y no ocurre nada. Como si estos, vivieran en otra latitud; por tal razón no hay cambios.
Lo anterior, sencillamente para insistir en descubrir el eslabón que permita comprender la dimensión de la dignidad, que parece, se ha extraviado entre los tomadores de decisiones. Dichos fenómenos que de mil formas se repiten ¿hasta cuándo seguirán taladrando la dignidad?