Por: Mauricio Fernando Muñoz Mazuera.
En días pasados se generó una fuerte controversia mediática a nivel nacional por el valor que en Cartagena habían cobrado los dueños de un restaurante a dos turistas que pretendían disfrutar de los platos típicos de este lugar.
Podríamos pensar que este es un hecho aislado que no se presenta con frecuencia, sin embargo, con la noticia en cuestión se comenzó a conocer muchos hechos similares que dejan mal parado a los restaurantes y hoteles de Cartagena.
Pero ¿Por qué es importante tocar este tema en esta columna?. La motivación no es otra que generar en algunos miembros del sector comercial un mea culpa pues estas situaciones también las vemos en nuestra ciudad.
El popular «Para allá no voy» de algunos taxistas que se niegan a prestar su servicio por la distancia que se debe recorrer durante la carrera, sumado a los cobros excesivos que en algunos casos se dan y que generan malestar entre los usuarios. Dueños de taxis y buses se rasgan las vestiduras porque la ciudadanía no opta por usar su medio de transporte, siendo ellos los máximos culpables que, con el mal servicio prestado por algunos de sus conductores, no han posibilitado que fenómenos como el mototaxismo y las plataformas digitales de transporte tengan gran acogida; una sencilla ecuación de oferta y demanda.
Pero si queremos acercarnos al ejemplo que sucedió en Cartagena, todos los pastusos hemos tenido que padecer al acercarse fin de año cuando de degustar un delicioso plato o visitar un nuevo restaurante se trata, los cambios exagerados en los precios de algunos productos, el anterior año el culpable de las alzas en las comidas se justificaban con el antipopular impuesto al impoconsumo, ahora ¿Con que aumentó de impuestos nos querrán sorprender?.
Igualmente no olvidemos los no bien ponderados “Días sin IVA” en donde los Colombianos nos creíamos con chequeras eternas y nos dejábamos llevar por una carrera desenfrenada al consumismo innecesario, y como se comprobó de varias maneras, en varios casos, algunos almacenes no hacían los descuentos mencionados en los productos, por el contrario, subían los precios y sacaban su tajada aprovechándose del frenesí por lado y lado.
Lastimosamente en Colombia se hace realidad la frase que hemos crecido en una cultura mafiosa, en donde a la mínima oportunidad, le sacamos ventaja a todo, así pasemos por encima de lo que tengamos que pasar.
Pero si de mojarra pastusa hablamos la podemos encontrar desde las primeras horas de la mañana hasta ocultarse el sol en el sector de bombona, en donde hombres y mujeres venden, léase bien, una lámina del álbum del mundial entre 60.000 o 70.000 mil pesos, y mientras haya demanda, la oferta se mantendrá y este tipo de transacciones se seguirán repitiendo.
Podríamos hablar de diferentes factores que hacen que está historia sea real cada cuatro años: la afición, el gusto, el rebusque y el desempleo, sin embargo señores lectores cuando vayan a pagar los 60.000 mil pesos mencionados traigan a su memoria que este valor puede representar dos kilos de carne o pan o algún víveres indispensable para quien pasa necesidad.

