Algo no goza de buena salud en Simana porque el mal olor transciende y si los profesores que han permanecido e insisten en mantenerse allí, como cuasi propietarios de las oficinas, no huelen puede ser que le suceda lo mismo que a los cadáveres insepultos, que son los únicos que no se percatan de su grado de descomposición. La pregunta que surge en el contexto de esta situación es ¿Por qué hiede de tal manera? Obteniéndose posiblemente como respuesta la explicación que pone como causa del hedor al montón de tutelas, derechos de petición, memoriales, oficios y demás recursos legales interpuestos por los docentes que ya olvidaron el para qué fueron nombrados por el Estado. Si no lo recuerdan no sobra entonces decirles que en su decreto se pone como obligación primera de su cargo el desempeñarse como maestros al interior de las instituciones educativas en donde fueron nombrados, que es el lugar natural de todo buen docente y no las oficinas de la casa sindical. Pues el salario que devengan es en reconocimiento al trabajo de docente y no de burócrata del sindicato.
La aún presente Junta Directiva del sindicato de maestros de Nariño tiene vencido el periodo para el cual fue elegida, no obstante han aplazado la elección de nuevos dignatarios sin que moralmente exista justificación para ello, aunque por las vías legales aleguen tener derecho a quedarse, ya que en este país desde las leyes hasta los estatutos que se elaboran regidos por ellas son tan porosos que no solo micos alcanzan a ser introducidos, con ellos entran todas las alimañas habidas y por haber. Sin real justificación para quedarse alegan derechos y se atornillan a sus cómodas sillas con, o mejor, sin ningún afán por abandonar los cargos para los cuales fueron elegidos para un tiempo definido, término que han confundido con el de cargo vitalicio como parece que prefieren interpretarlo sin que nada justifique su permanencia en donde se encuentran. Por lo que ya es hora de su regreso a las instituciones educativas de donde salieron para, supuestamente representar y defender los intereses de sus compañeros docentes y la educación pública, propósitos que dejaron a un lado para hacer prevalecer los personales. Defecto, por llamar de alguna manera a ese proceder manzanillo que ha conducido a pensar en el sindicalismo como otra organización más diseñada para que unos pocos medren mientras la base trabajadora pone para su alimento desde los pretextos que invocan como fundamento de su lucha hasta la plata que mal gastan en la satisfacción de toda clase de apetitos.
Aducirán para defender su derecho a quedarse que están ahí porque han hecho méritos para ello y como argumento recurrirán a poner como ilustración de su trabajo las imágenes de las nutridas marchas de maestros de Nariño convocadas para protestar en contra de los oprobios del gobierno de turno. Defenderán sus puestos acudiendo a rememorar las largas horas gastadas en insufribles asambleas, durante las cuales según ellos se concientizó al magisterio sobre una problemática que los profesores de antes conocen porque la sufren en su propio cuerpo y en el de sus estudiantes. Salen airosos y airados a reclamar lo poco alcanzado gracias al tesón y la valentía del grueso del magisterio sin el cual no hubiese sido posible ninguna lucha y menos un triunfo. Pues de haber dependido tan solo del querer y el poder de la sola directiva sindical ni uno solo de todo cuanto ahora piden levantar como trofeo existiera o ya olvidan que cuando debieron negociar prebendas para el conjunto de todos los profesores solo trajeron dádivas y promesas.
Se pelea tanto contra el enemigo que se termina aprendiendo de sus defectos como parece haber sucedido con los compañeros directivos de Simana.
Por: Ricardo Sarasty.

