Carlos Álvarez.

Empieza el cambio

La toma de posesión el 7 de agosto fue extraordinaria, llena de simbolismos que la gente entendió sobradamente. El País de España resume en la edición del lunes 8 de la siguiente manera: “Hay que ignorar con sevicia la historia de Colombia para ser ciego e inmune a la belleza de la posesión presidencial de este domingo”.

 El diario de Madrid resume admirablemente lo que fue la ceremonia. Muy diferente a cualquiera anterior donde se oían voces discordantes contra el gobierno saliente; aun la negativa del presidente Duque a que acompañara al entrante en la tarima la espada de Bolívar, signo histórico para la militancia en su juventud del presidente con el episodio del M-19, por el contrario, no hubo reclamos ni críticas a la actitud de Duque de impedir la salida de la espada.

Pero serenamente un minuto después del juramento de posesión el presidente Petro solicitó a la casa militar de palacio, que se convirtió en orden del comandante en jefe en ese instante ya presidente, de traer la reliquia ante su presencia, orden que se cumplió en el término de la distancia.

loading...

Desde mi punto de vista fue un acto que reviste toda la autoridad a un minuto de haber dejado el mando el presidente saliente. Fue algo sublime que embargó de emoción a muchos. En Madrid hubo críticas a la actitud de su majestad Felipe VI rey de España por quedarse sentado al paso de la espada frente a los presidentes y altos dignatarios extranjeros de Chile, Argentina, Ecuador etc. quienes se pusieron de pie.   Pero en Bogotá no hubo un solo comentario adverso al rey, salvo en España en los estamentos del gobierno. Seguramente el rey apeló a que no estaba en el protocolo porque no se preveía tal desenlace;  el protocolo es muy estricto cuando se trata de dignatarios extranjeros.

Por: Carlos Álvarez