Anibal Arévalo

Lecciones de la vida simple

La cotidianidad de nuestras vidas nos da muchas enseñanzas; lo importante es saber hacer unas lecturas apropiadas. Es por ello que a veces tropezamos con la misma piedra. Más grave aun cuando nos hemos habituado a llevar un lastre de problemas, amarguras, odios y sufrimientos; no hemos hecho una catarsis. Igual que las cosas materiales, los problemas del alma también son una pesada carga de la cual debemos liberarnos.

Y es que la especie humana es susceptible de asimilar los mensajes cuando son presentados por patrones formales e informales. En muchas ocasiones dejando de lado principios y creencias. La proliferación de grupos religiosos es un ejemplo muy claro; la gente acude a ellos para liberarse de una carga emocional, sentir paz interior, buscar la solución a los problemas o quizá anticiparse al futuro. En cierto punto está bien hasta donde contribuya a hacer más liviana la vida, pero casos se ha visto en los que se constituyen en una forma de sometimiento cuando se predica el miedo.

Existen expertos en presentarles a las personas un problema ante cada solución. El médico vive gracias a los enfermos, el odontólogo gracias a las caries de los pacientes, el abogado gracias al Código Penal que estipula determinadas conductas como delitos. Si uno entra debería haber una puerta de salida sin que le pongan tantas trabas, o por qué mejor el Estado no promueve la medicina preventiva que sería más económico.

La razón es básica y elemental: nos crean necesidades y un problema ante cada necesidad, y detrás hay una serie de trámites legales y personajes que aparentemente tienen la solución, pero en verdad lo que hacen es ayudar a complicar las cosas. Por eso apelamos a la causa de la vida simple.

Cuando Miguel Ángel Buonarroti se decide esculpir la figura de David al desnudo, lo que busca es mostrar al hombre en sus cualidades humanas: de sensibilidad, humildad y de lo que es capaz a través de su decisión; para ello esculpió un David con la mirada profunda, ni siquiera está en una actitud desafiante, aunque muestra la musculatura de un joven esbelto capaz de derrotar a un gigante.

Se dice de Miguel Ángel que cuando iba a darle vida a una nueva figura, lo primero que hacía era hablarles a los bloques de mármol extraídos de las montañas de Carrara. Y las rocas le respondían para determinar que habían logrado la madurez suficiente para ser talladas o dejarse dar forma. La figura de David había sido delegada por encargo entre varios escultores, pero los demás habían hecho propuestas de un David triunfante después de la batalla. En cambio, Miguel Ángel muestra a un David en los momentos previos a la lucha, lo que nos indica que es más valiosa la naturaleza humana y sus virtudes, con las cuales se puede vencer la fuerza bruta de un ser deshumanizado.

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Entiéndase que el ser humano es bello por naturaleza, aun cuando envejece tiene su atractivo propio de la edad, es el seguimiento del proceso natural. Ante la mano maestra de un escultor o pintor, cobra mucha validez el cuerpo en su actitud.

El ser humano de esta época requiere deshacerse del yugo que le imponen ciertos patrones sociales. El primero es liberarse de los modelos impuestos a través de los medios masivos de comunicación que en lugar de dignificar a la persona contribuyen es a narcotizarlo con información enrojecida, como ocurre con un plato de espaguetis con salsa de tomate. La homogeneización viola la dignidad humana.

Esa conducta consumista nos ha llevado a acumular en nuestras casas cosas que las hemos dejado de usas por años. Ha sido costumbre de nuestras madres hacerse a una linda vajilla que planeaban sacarla de la vitrina el día que lleguen invitados especiales, pero resulta que estos no llegan si no en años, y cuando llegan se los invita a almorzar por fuera. Esto como una clara demostración que cargamos un gran peso innecesario.

Todos somos pasajeros de este mundo, y para ser felices es necesario deshacernos de ataduras, dejar a un lado tantas petacas que cercenan nuestra libertad.

Por: Aníbal Arévalo Rosero.