Cuenta La Fontaine que cuando un corderito bebía agua de un arroyuelo llegó hasta donde él estaba un lobo hambriento y mal humorado buscando peleas, por lo que le reclamo el hecho de beber agua en donde según él le ensuciaba su agua. A lo que el cordero respondió que eso no era posible porque él tomaba el agua unos metros más debajo de donde estaba el lobo. No obstante, el lobo le replico que según él el cordero si le ensuciaba su agua por lo que merecía ser castigado ya que además el cordero desde hace un año hablaba en contra de su reputación. A esto le replicó el cordero que eso no podía ser cierto porque recién lo conocía ya que para entonces el aún no nacía. Ante lo cual el lobo le contestó gritando que si no fue él lo hizo su hermano. Entonces al informarle el cordero que no tenía hermanos el lobo volvió a vociferar rabioso que no le importaba saber si lo hizo el cordero o su hermano, pues lo mismo le daba porque de él siempre hablaban en mal las ovejas, los pastores y hasta los perros que los acompañan, por lo que daba igual castigarlo a él para cobrar venganza y así escarmentar a los otros y sin oírlo más lo llevó hasta el interior del bosque y lo devoró.
Al ser esta fábula contada por su papá a los niños lobos no se podría dudar que para ellos lo escuchado sería la verdad y entenderían que en conjunto con su papá ellos son entonces las víctimas, ante lo cual lo sucedido con el cordero se convierte en su patrón de conducta justificado como un acto de justicia. Lo contrario debería observarse en el lado de los corderos y pastores para quienes el lobo no es más que un astuto criminal que miente sin rubor alguno buscando ser reconocido como verdadera y única víctima, recurriendo a lo que en Derecho se conoce como la inversión de la carga de la prueba. Recurso que ha sido convertido en artimaña por los defensores de lobos que no contentos con haber asolado los rebaños pretenden mostrarse como reales perseguidos que lo único que han hecho es defenderse de la maldad de las ovejas, los pastores y hasta de sus perros
Seguro el lobo de que la verdad para los perjuiciosos que lo escuchan siempre se acomoda a sus creencias, grita justificando lo que ellos deben de considerar la defensa natural ante el daño a su moral y, si quiere, extendido a sus propiedades materiales. Por lo que no solo impide que el cordero hable y cuando lo hace trata de que no sea escuchado. Ante lo cual el cordero nunca se encontrara en posición de credibilidad y sus explicaciones no serán nunca lo suficientemente claras como para ser favorecida por la justicia mientras el lobo si lograra que se legitime la ejecución no solo del cordero, supuestamente, como justa retaliación ante lo hecho por las ovejas, los pastores y sus perros, sino que también se apruebe la condena a toda la especie de las ovejas, pues solo ellas son las culpables de sus desgracias, entre ellas, su mala fama.
Así las circunstancias ¿quiénes creerán en la versión de las ovejas? Aunque suene raro debe decirse que no todas las mismas ovejas. Es tan efectiva la astucia del lobo que ha logrado que al interior del rebaño existan ya ovejas buscando a la culpable de la furia del pobrecito lobo mientras lo excusan de la desaparición del cordero. Pues, así como la verdad se acomoda a los perjuicios también se tiende a creer en todo aquello que permita sentirse en mejor posición y mostrarse más importante.
Por: Ricardo Sarasty.

