Por estos días me llamó la atención y me puso a reflexionar un tema que mucho se lo maneja desde la medicina y sicología, pero que la gente del común lo pasa por inadvertido y sólo se necesita enfrentar a este no deseable estado de incómoda sensación para pacientes y familiares, que contrario a la voluntad es algo que en la realidad se vive: El dolor…
El hombre por su condición física y espiritual está expuesto a padecer en su vida con las enfermedades el dolor como algo que afecta a su organismo, pero además siempre habrá en ese caminar como ser humano otros dolores que se traducen en penas por la pérdida o ausencia de un familiar o amigo.
Enfocando a los físicos decimos que el niño o el joven pueden quejarse de dolores por alguna afección momentánea, de la que pronto se liberan, precisamente porque su constitución ayuda a que esa molestia sea pasajera. No ocurre los mismo con los adultos mayores que ya muestran desde la lógica una curva descendente tanto en sus capacidades físicas como anímicas.
«Lo recomendable dicen los entendidos es que hay que aprender a vivir, o mejor a convivir con el dolor sea físico o sentimental de los cuales nadie está exento».
Entonces cuando el dolor provocado por un trauma en alguna parte del organismo se produce y se intensifica, es difícil soportarlo y habrá que buscar fuera de lo formulado por el médico, una manera de hacer entender al paciente que hay que aprender a vivir o mejor a convivir con el dolor. De ese concepto muchos son escépticos. En las clínicas o centros asistenciales, los médicos y las enfermeras juegan un papel muy determinante en la vida del enfermo.
Y cuando el dolor es el sinónimo de pena por algún pariente o amigo que toma el camino de la eternidad, es lo más impactante, así el enfermo esté hospitalizado y su diagnóstico irreversible en el que nada se puede hacer para salvar una vida, el pesar es inmenso y con mayor razón en el caso de una muerte inesperada por una trombosis, un infarto o por accidente.
Los sicólogos hablan de hacer frente al luto, sugiriendo varias formas y métodos para evitar que la mente esté sometida a ese dolor que se intensifica en el vacío que deja la persona que abandonó este mundo. Muchos dicen que sólo Dios y el tiempo se encargan de calmar la tristeza que en algunos se hace más difícil con el paso de los días. Hay personas que se traumatizan y se enferman por esta causa.
Lo recomendable dicen los entendidos es que hay que aprender a vivir, o mejor a convivir con el dolor sea físico o sentimental de los cuales nadie está exento. Sugieren sobre todo los creyentes, que oración y el ejercicio físico son la mejor terapia para acallar estos males.
Por: Sofonías Rodríguez M.

