Desde hace 19 años sabemos en mi familia lo que es vivir la violencia del país en sangre propia y al igual que la mayoría de víctimas del conflicto armado podría asegurar que nos llenamos de lágrimas y dolor de solo recordar ese 9 mayo en donde de la noche a la mañana nuestra vida cambió.
Hace unos días, exactamente el 2 de mayo Colombia conmemoraba los 20 años de uno de los episodios más dolorosos y violentos del país: la masacre de Bojayá, esa muerte violenta en el interior del templo de esta localidad del Chocó que dejó alrededor de 80 muertos como consecuencia de la explosión de un cilindro bomba lanzado por miembros del Frente 58 del Bloque Noroccidental de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
El suceso tuvo lugar en el marco de los enfrentamientos armados que en ese mismo pueblo se desarrollaron entre los guerrilleros de las Farc y los paramilitares del Bloque Elmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), ambas empeñadas en mantener el control de la zona y el acceso al río Atrato.
Hoy, específicamente la noche del pasado lunes el Clan del Golfo, también conocido como Autodefensas Gaitanistas de Colombia, anunció el levantamiento del paro armado, ese que se realizó como represalia de la extradición de alias Otoniel a Estados Unidos y afectó a 11 departamento de Colombia desde el pasado 5 de mayo.
El paro armado dejó 6 muertos y 180 vehículos atacados, en su mayoría incinerados, además se restringió el comercio, la apertura de empresas, el desplazamiento de vehículos y la movilidad de las personas, principalmente en los departamentos de Córdoba, Sucre, Chocó, Cesar, el sur de Bolívar y el norte de Antioquia, en subregiones como Urabá y el Bajo Cauca.
Los perjuicios a la economía de estos departamentos y sus municipios son notables, pues son estratégicos para el transporte y movilidad de productos agropecuarios en el país, tanto para el consumo interno como para las exportaciones.
Lo más grave de la situación es que independientemente de las razones por las cuales los violentos hacen de las suyas, son ellos los que siguen generando zozobra y temor entre la comunidad y son ellos los que destruyen nuestra vida sin permitir que un país como Colombia lleno de cultura, talento, deporte, inteligencia y cosas positivas pueda surgir, porque lamentablemente está envuelto en esta ola delictiva que lo obliga a vivir en la miseria.
Los hechos que se registraron en el país si bien no afectaron al departamento de Nariño, son evidencia clara de que lastimosamente la muerte sigue rondando el territorio. El fin de semana nuevamente la costa pacífica registro un desplazamiento masivo, cientos de familias tuvieron que dejar sus hogares por enfrentamientos entre grupos al margen de la ley que se disputan territorios por los cultivos de uso ilícito.
Aun conociendo todo esto y los miles de casos de muertes, enfrentamientos y asesinatos de líderes y defensores de Derechos Humanos, hay gente que duda que el próximo 29 de mayo es una obligación para todos los colombianos salir a votar.
El domingo 29 de mayo ¡nos vemos en las urnas!
Por Claudia Andrea Zambrano

