Luis Eduardo Solarte Pastás

Gracias mamá Luz Angélica

Dos lágrimas cristalinas brotaron de tus ojos. No pude descifrar si tus lágrimas eran de alegría o de tristeza porque también se llora por las alegrías o las tristezas; pero lo cierto de todo es que salían de lo más profundo de tu corazón, que por el avance de los años se encuentra un tanto debilitado, aunque con la fe puesta en Dios, esperamos que vuelva a alcanzar la vitalidad que se requiere para que sigas sonriendo en cada amanecer.

Sin embargo, a través de aquellas lágrimas observé los recuerdos de tiempos idos en el largo camino que ha sido tu existencia.

Mamá, recuerdo que enviudaste joven y nosotros siendo niños y adolescentes perdimos a nuestro padre, Jorge Efrén; pero tú mantuviste la serenidad y la calma para no permitir que las circunstancias te dejen abajo.

Hoy, que pareces vencida por encontrarte delicada de salud en la habitación del hospital, veo que en tus lágrimas se reflejan las batallas del día a día y de la vida que nunca te doblegaron frente a toda tu fuerza que demostraste para sacar adelante a una familia.

Luz Angélica, luchaste contra viento y marea, calmaste las más siniestras tempestades y siempre tuviste la valentía para cobijar a tus hijos e hijas entre tu corazón y tus brazos, incluso cuando fuiste atravesando trochas y cañadas en búsqueda de un hijo que dejo su último aliento de vida en medio de las montañas por la ilusión de tener algún día un país justicia social, con paz y equidad.

La vida no ha sido fácil para ti, lo sé. Por eso, muchas veces me quedo pensando en cómo, a pesar de todo, en cada momento venías a nosotros con una sonrisa, abrazos y todas esas cosas que tu creías necesarias a fin de hacernos entender que todo, por difícil que sea, tiene una solución y con tu ejemplo nos enseñaste principios y valores cristianos, paciencia y perseverancia para superar las dificultades.

Luz Angélica, en el cuarto de este hospital observo en tu rostro y en tus cabellos blancos cómo la nieve de la sabiduría que te dio la bendición de ser madre, abuela y bisabuela, y a mi mente vuelve esa hermosa frase que de niños nos enseñaste: “El mundo es para los que caminan sin miedo”. Y, efectivamente, sí tenías razón. Vencer el miedo es lo que nos ha facilitado a tus hijos e hijas cristalizar proyectos e iniciativas.

Gracias, mamá, por haber dedicado cada minuto de tu existencia para criarnos y darnos todo lo que pudiste con la finalidad de que nuestro destino fuera mejor que el tuyo. Y por habernos enseñado a amar con obras porque así amabas tú, con cada fibra de tu ser y por ser ejemplo de tenacidad y de valor. Por todo esto admiramos tu motivación, tu generosidad, tu positivismo, tu frescura, tus ganas de vivir…

Gracias, mamá Luz Angélica, por ser la madre más valiente y decidida del mundo, invencible ante la vida y luchadora por tus hijos. Gracias por hacernos crecer, por defendernos, por darnos tu apoyo siempre y tu amor infinito.

Por: Luis Eduardo Solarte Pastás