Emilio Jiménez Santiusti.

El perdón social

No es de mi interés analizarlo por objetivos políticos o electorales. Me pregunto si los colombianos, incluso, los suramericanos, estamos preparados y sanados para abordar y comprender el concepto; sin entrar en la filosofía, las ciencias humanas, ni mucho menos en la religión.

Al otorgar un perdón o un rechazo, la sociedad se convierte en una jueza; aquí pudiera empezar una discusión; para no llamarle doble moral, se puede mencionar que el rasero con el que mides dicho perdón es proporcional al amor y cariño que sientas por esa persona. Es importante dejar en claro, que el perdón social inicia, sí y solo sí, el condenado ya ha cumplido con su sentencia legal.

Cuando un tal Samuel salga de la cárcel por haberse robado a Bogotá y lo vea por ahí campante caminando por la 93, empezaré inmediatamente a chiflarlo y a gritarle ¡corrupto!, es decir, no lo aceptaré como miembro de mi sociedad; sin embargo, si ese Samuel ya es mi gran amigo, mi padre, mi hermana, mi sobrino o mi hijo, gritaré a los cuatro vientos que ya pagó la condena y que tiene todo el derecho de caminar y de tener una segunda oportunidad.

 

“Cuando al condenado lo amas, te cambia la percepción de prototipos, estándares y hasta de principios de vida”.

 

Imagínese que usted es el operario quien cambia la ruta del tren a través de una palanca, en una carrilera hay un trabajador y por la otra están cinco, la tragedia es inevitable porque a la distancia nadie lo escucha y el tren se aproxima a gran velocidad, usted debe decidir si la máquina mata a uno o a cinco. La mayoría contestamos que muera uno, bajo el argumento de que sufrirán menos personas. Ahora bien, piense en el mismo ejemplo, pero con la diferencia de que ese uno es su padre. Por supuesto, no tomamos la misma decisión.

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Lo anterior ayuda para entender que todos los comportamientos sociales están íntimamente relacionados con el amor. Aún me cuesta perdonar a un corrupto, pero esta reflexión me ha servido para tratar de ponerme en sus zapatos. Cuando al condenado lo amas, te cambia la percepción de prototipos, estándares y hasta de principios de vida.

Por: Emilio Jiménez Santiusti.