Pasó la “fiesta democrática”, en donde se eligieron a los congresistas y cada quien hablará de acuerdo a como la haya ido. Unos a lo mejor estarán sonrientes, contentos y felices, en cambio a otros el sabor de la derrota, quizás, los atormente por no haber podido lograr los objetivos que se pretendían.
Sin embargo, la vida continúa en este país de contrastes, en el cual por estar pendientes de la política partidista y la polarización que se presenta en torno a ella este año electoral, hace que muchas veces se pase por alto otros temas de gran importancia que de una u otra manera inciden en el modus vivendi de los colombianos.
Desde un tiempo para acá se ha visto que toda la cantidad de códigos que contienen tanto las normas y los procedimientos como los mecanismos y los recursos de todo orden para que haya una pronta y efectiva aplicación de justicia, se quedan simple y llanamente en letra muerta y sirviendo de caldo de cultivo de la impunidad. Razón por la cual hace que la gente exclame que al país ya no le va quedando sino la justicia privada, que la violencia es más que explicable y va siendo el único remedio.
Y como una justificación a la impunidad se ha vuelto una costumbre afirmar, por ejemplo, en materia penal, “que hay demasiados negocios, muy pocos jueces, fiscales, escaso personal auxiliar, insuficiente presupuesto, que no aparecen denunciantes y testigos y que hace falta la plena prueba”.
Todo esto en alguna medida puede ser cierto, pero lo que en verdad ha faltado para que haya justicia sin vacilaciones y con responsabilidad es que cada uno de quienes trabajan al servicio de la justicia “se pongan a la obra, que tengan conciencia de la situación del país, que perciban y vivan la dimensión política e histórica de su papel en la vida nacional y en la coyuntura en que nos encontramos”.
Bajo esa perspectiva, principalmente, los fiscales y los jueces de Colombia pueden hacer más por su patria y por sus compatriotas con las mismas herramientas de hoy si adoptan otra actitud, otro sistema, otra metodología; si realmente se ponen en función de emergencia nacional en que todos vivimos, dejando atrás el burocratismo, marasmo, indolencia e insolidaridad del aparato judicial con el país.
Frente a la forma como se está aplicando la justicia penal por fiscales y jueces, con suma tristeza podemos decir que hoy en día bajo el Sistema Penal Acusatorio lo único que se ha logrado es que la culpabilidad o la inocencia, y la duración de las penas sean objeto de canje o de trueque.
En un comienzo se creyó que, con el nuevo Sistema Penal, mal copiado de lo que existe en los Estados Unidos, se iba a luchar de frente contra el delito en todas sus manifestaciones, pero nada de nada. Lo único que se logró fue traer de los gringos el inmoral y corrosivo principio según el cual “toda persona tiene su precio” para que con él se pretenda hacer justicia.
Y esto, lamentablemente, es lo que se está observando a diario en Colombia.
Por: Luis Eduardo Solarte Pastás

