En estos días previos a las elecciones del domingo le pregunté a una vecina que llega a los 80 años por qué candidato votaría. “Por el conservador”, respondió ella. Ante esta respuesta su esposo la cuestionó: “¿Qué sabes de él? “No importa”, respondió, “soy conservadora, voto conservador, así ha sido siempre”. “¿Por el que sea y sin importar cómo sea ni qué haya hecho?”, le dijo con cierta burla. “¿Así el candidato sea un loro?”. “¡Sería un loro conservador!”, sentenció ella, cerrando la conversación.
Ante esto es necesario indicar que una buena decisión política no radica en pasarse de la izquierda a la derecha o viceversa, sino, más bien, en la elección de personas decentes en cualquier lugar del pensamiento político.
En ese sentido el término decencia viene del latín decens, que significa “ser apropiado”. Busquemos entonces políticos apropiados para estos tiempos, de diferentes partidos. Elijamos a líderes con una postura ética sólida, capaces de forjar acuerdos, de encontrar aquello que nos une, de privilegiar el bien general, cumplidores radicales de la Constitución y las leyes; firmes al defender sus principios, pero sin apego fanático a sus ideas y opiniones. ¿Será demasiado pedir gobernantes con humildad intelectual y amor por la verdad?
Un político decente tendrá también una carrera limpia, consistente. Si queremos predecir el comportamiento de alguien, más que sus palabras y promesas, basta con observar sus actos y sus maneras. Alguien con una trayectoria transparente y logros identificables, que haya reconocido sus errores y no haya cometido crímenes, seguramente continuará por esa misma ruta.
Thomas Jefferson dijo: “Las diferencias políticas no se pueden dejar entrar a las relaciones sociales, dañar las amistades, ni afectar la compasión o la justicia”. Un político decente es, por esto, una persona bondadosa, un ser respetuoso y amable. Las buenas maneras y la afabilidad, injustamente menospreciadas, son un ejemplo fundamental para construir armonía social, las formas son inseparables del fondo.
Debemos analizar al candidato con sus más puras y sanas convicciones, en el mejor sentido posible, por buenos políticos. Elijamos a personas que, como dice el maestro de cierta historia del Dhammapada Buddha, citado por Arthur C. Brooks en su bello libro Ama a tus enemigos: “Conquisten la ira a través de la nobleza, la hostilidad a través de la amabilidad, la avaricia a través de la generosidad y la falsedad a través de la verdad”.
Podemos decir, entonces, que la motivación de los votantes hoy en día parece estar altamente influenciada por la credibilidad o no de determinados candidatos, por las agendas de temas que consideran los ciudadanos más relevantes, en el hoy colombiano, por ejemplo, la corrupción aparece con fuerza, y solo de manera secundaria pesa la influencia partidista, de izquierda, centro o derecha, y lo que esté asociada a la misma.
Por: Manuel Antonio Rosero Trejo

