Estamos a doce días de los comicios para elegir al Congreso de la República, las consultas internas de los movimientos de los precandidatos a la Presidencia y posteriormente para primera y segunda vuelta presidencial, y no hay duda que serán unas elecciones extrañas.
Tenemos tanta proliferación de aspirantes que a estas alturas no es claro quiénes serán realmente los candidatos presidenciales más representativos de los distintos segmentos del espectro político, lo cual se refleja en la variedad de aspirantes: unos creen que van a ganar porque son buenos ‘echadores de discursos’ en plaza pública; otros, porque creen interpretar lo que esperan sectores sociales populares y, en esa medida, van a liderar los grande cambios con los que sueñan sus electores; otros más, porque tienen algún antecedente como gobernantes locales o regionales y, finalmente, los que creen ser los guardianes de un orden o un modelo de desarrollo que, supuestamente, garantizaría estabilidad.
Lo único que parece cierto, por el momento, es que ninguno va a ganar en primera vuelta y, por consiguiente, todo quedará para volver a barajar y ganar en la segunda.
Aunque suene pesimista, la elección del Congreso no variará en gran manera, no porque se vayan a reelegir exactamente los actuales congresistas: habrá renovación de caras y nombres, aunque veremos de nuevo las mismas bancadas, que realmente reflejan el peso político regional y sus cuestionadas prácticas; los partidos tradicionales como el Liberal, el Conservador, Cambio Radical, Centro Democrático, el Partido de la U renovarán sus representaciones al Congreso, así como las denominadas “Casas Políticas Regionales”. Probablemente, algunas listas y ojalá lo consiguieran, así como las listas que representan a sectores de la izquierda tradicional, que pueden llegar a incrementar algunos de sus elegidos, dependiendo de la capacidad de estimular votantes de esa franja.
Por otra parte, las sedes políticas están que arden, literalmente, con todos los candidatos a los diferentes cargos de elección popular, están reuniendo a sus copartidarios en donde abundan los sánduches, el jugo y uno que otro hervido. Claro que ahora, con el tema de la pandemia, se trata de cumplir de alguna manera con los protocolos de bioseguridad, que a la postre se los pasan por la faja, aún más cuando el uso del tapabocas es una de las normas que se va dejando atrás.
Lo más claro en la elección de marzo será la nueva correlación de fuerzas políticas en el Congreso y los desafíos que tendrán por delante los aspirantes presidenciales si quieren llegar a tener suficiente gobernabilidad.
Por: Manuel Antonio Rosero Trejo

