Emilio Jiménez Santiusti.

Aborto

Nunca había pensado tanto para escribir unas líneas. Por supuesto el tema así lo amerita porque considero que todos los argumentos a favor o en contra son válidos, dependen únicamente, desde cuál momento pretenda abordar la discusión. Y es complejo, ya que se encierra en un círculo sin salida de posiciones, las cuales, al estar acompañadas de razón, conducen a encasillarse desde la perspectiva que usted tenga.

La complejidad se fortalece porque se enfrentan posturas poderosas que muy difícilmente se encuentran en otros temas. Por ejemplo: ¿abortar es asesinar a una persona? o el famoso choque de dos derechos fundamentales como la vida (el feto) y la libertad (decidir sobre mi cuerpo); también salen a relucir la ética y la moral con discusiones si un embrión ya es persona; y cómo dejar a un lado la tesis religiosa de condenar al pecador.

Me propuse entonces tratar de entender a la mujer desde el momento en que toma la decisión de abortar. Nunca me podré poner en su angustia, pero estoy convencido de que es una determinación dolorosa. Largos días y noches pensando en hacerlo, sin duda, ninguna mujer va feliz a abortar. Aquí es importante recalcar que el mensaje no es para la mujer o para las familias de un hogar estable, aunque también lo padecen, no es lo mismo hacer la intervención ilegal con los mejores médicos que tener que realizársela en un ‘garaje’.

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“Un Estado justo no puede aumentar la angustia a la dolorosa decisión de abortar”

 

En consecuencia, una vez tomada la decisión de abortar, el Estado no puede darle la espalda, aumentarle el problema y generarle más angustia de la ya sentida, en concordancia con la Constitución debe velar por la vida y seguridad de la mujer. Insisto, la determinación de abortar es un hecho, por ende, el Estado, desde ahí, debe ser garante y por eso aplaudo el veredicto de la Corte Constitucional.

Si usted lo ve desde antes de tomar la decisión, pues llegará a esa discusión sin fin con la que inicié estas líneas. Sin embargo, es muy fácil de entender si es religioso, ético o moralista; sencillamente, no aborte, nadie lo va a obligar.

Embutido: “Un Estado justo no puede aumentar la angustia a la dolorosa decisión de abortar”.   

Por: Emilio Jiménez Santiusti.