Algunos han desaparecido por completo, otros se resisten a dejar de existir a pesar de los cambios tecnológicos.
A través del tiempo algunos trabajos como el de repartidor de cartas, el barbero, lechero, el de fotoagüita, entre otros, han sido relegados por la tecnología o las nuevas tendencias en la moda.
Quienes se dedicaban a esos oficios, o aún lo hacen, manifiestan que los aprendieron por tradición familiar o a través de cursos que se dictaban por correo o en la ciudad.
Con el paso de los años varias de estas labores se fueron transformando y tecnificando para atender las necesidades de los ciudadanos y el ritmo vertiginoso con que el mundo crecía.
Sin embargo, algunos de ellos fueron víctimas del arrollador avance de la tecnología y de una nueva urbe más grande y moderna. Esos oficios, paulatinamente, fueron desapareciendo de la ciudad.
La presencia del lechero en los vecindarios era tan de primera necesidad como el alimento mismo.
En sus inicios el lechero llevaba una mula o un caballo cargado con enormes vasijas de barro o tarros de lata llenos de leche.
Luego la bicicleta se convirtió en su medio de transporte. Finalmente en insignes Renault 4, Nissan Patrol y otros vehículos, los lecheros repartían todas las mañanas.
Hoy en día la leche se compra en tiendas de barrio, supermercados, y pocas veces se ven vehículos de las empresas lecheras hacer entregas casa por casa.
Los encargados de llevar cartas recorriendo largas distancias fueron personajes importantes en la difusión de los mensajes.
Ya fuera a pie o en bicicleta, entregando cartas y paquetes de casa en casa, el oficio del cartero se mantuvo en la ciudad hasta la aparición de Internet, que lo condenó, pues muchos dejaron el lápiz y el papel y empezaron a enviar sus comunicaciones por la vía tecnológica, mucho más rápida.
Por: Edgar Enríquez.

