Mauricio Muñoz

La vida como viene se va

El pasado domingo en horas de la tarde fuimos informados de la muerte de nuestro compañero Andrés Legarda. Durante mi periplo como reportero gráfico de DIARIO DEL SUR compartí con él un buen tiempo, y como periodista que soy logré percatarme de varias cosas que hacían parte de él, claro está, no conocerlo profundamente ni mucho menos, porque ni nosotros mismos logramos conocernos totalmente.

Andrés era una persona dedicada con lo que le gustaba, cuando algo atraía su atención, se abocaba completamente a ello. En su trabajo como diseñador y sobre todo del suplemento “Monerías”, siempre dejaba parte de lo que era él. Se podían leer cuestiones sobre videojuegos, tecnología, aplicaciones, cosas que le gustaban y que él buscaba acercar a los niños y jóvenes que disfrutarían de “Monerías”.

Andrés era de las personas que por lo general hacía su trabajo en silencio, pero de un momento a otro salía con algún apunte jocoso rompiendo el silencio de la sala en donde todos nos encontrábamos. No era el típico ser social en su trabajo, pero cuando debía de hablar con alguien lo hacía con una voz diferente, calmada, tranquila, indicando que se debía de hacer de manera oportuna y precisa.

Su gusto por los deportes era evidente, la bicicleta siempre le acompañó. Ironías de la vida, hasta el último segundo de su vida, esa bicicleta que le acompañaba al trabajo, también era su compañera de vida para recorrer las vías para recrearse y disfrutar de los momentos de sano esparcimiento, en donde buscamos encontrarnos con ese ser interior que muchas veces queda oculto por el trabajo y las ocupaciones.

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Al ‘Mono’, como le decían de cariño, también le gustaba la fotografía. Varias veces me preguntaba sobre tipos de cámara, precios, recomendaciones y demás, yo cauto en dar una recomendación, puesto que estos equipos manejan altos valores. Él un día me dijo “Ya tengo la cámara”, haciendo gala de su espíritu impetuoso con el cual realizaba sus labores.

La vida es un ratico, como diría el cantante, solo basta ver la luz en la sala de parto para, en algún momento, nos encontremos cara a cara con la muerte. Solo tenemos una oportunidad para vivir y muchas posibilidades para disfrutar de ella, pero cuando nos enfrentemos al final del camino solo los recuerdos quedarán, las risas, los llantos, las alegrías, los chistes, los enfados, el desgano, el desvelo, las metas cumplidas, los fracasos y las soluciones. Despedimos al ‘Mono’ con tristeza, pero sabemos que en el Señor él tendrá una mejor vida. Que en el cielo tengas lo que en la tierra no se te dio.

Por Mauricio Fernando Muñoz Mazuera