Jorge Carvajal Pérez

El Carnaval de Pasto, más vivo que nunca

Por allá en el año de 1984, en los primeros meses de DIARIO DEL SUR, tuve la oportunidad de vivir mi primer Carnaval de Negros y Blancos.

Como recién llegado a la ciudad no pude menos que sorprenderme con la desbordante y contagiosa alegría de la gente, el juego de la pintica el 5 de enero y de talco (no me acuerdo sí ya había carioca), el 6 de enero.

Pero lo que me ‘descrestó’ fue precisamente el Desfile Magno del Día de Reyes, un espectáculo maravilloso, lleno de alegría y colorido que me encantó, puesto que, la verdad sea dicha, nunca antes había visto algo semejante, puesto que los desfiles de la Feria de Cali no tenían esa majestuosidad ni envergadura.

Luego, a través de los años debido a mi labor periodística, me fui empapando más de lo que es el Carnaval de Negros y Blancos y entendí el significado que tiene para los pastusos este festejo en el que todo el mundo participa sin distingos de clases sociales.

 

«El Desfile Magno del Día de Reyes, un espectáculo maravilloso, lleno de alegría y colorido que me encantó, puesto que, la verdad sea dicha, nunca antes había visto algo semejante, puesto que los desfiles de la Feria de Cali no tenían esa majestuosidad ni envergadura».

 

También me encantan las historias que se derivan de las fiestas, como la que hace referencia a la Familia Castañeda que se celebra el 4 de enero. Esa llegada en la fecha mencionada a finales de la década de los 20 del siglo pasado, de una familia procedente del Putumayo, cargada con todos sus cachivaches que acertó a pasar frente al Batallón Boyacá, donde estaba próximo a salir un desfile previo al 5 de enero, me parece hermosa, así como el grito que la inmortalizó: ¡Viva la Familia Castañeda!

Y qué decir de la historia que se relata del Día de Blancos, la cual se remonta a 1912, con la casa de las señoritas Robín, tres agraciadas damitas que, en pleno centro de Pasto, manejaban un lugar donde artesanos y sastres iban a tomarse sus traguitos.  Pues bien, en el amanecer del 6 de enero uno de los contertulios que se había pasado de copas se apropió de una de las polvoreras de una de las señoritas Robín y empezó a untar de blanco las caras de sus compañeros. Ya iban a ser las 7:00 de la mañana y, entonces, los alegres bohemios ‘armados’ con la polvorera salieron a la calle y empezaron a echarles los polvos a la gente que se dirigía a la iglesia de San Juan, por lo que habría que atribuirles a las señoritas Robín, además de ser bastante simpáticas, haber sido las promotoras del Día de Blancos.

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También me causa profunda admiración el trabajo de los artesanos, quienes de generación en generación, en un oficio que pasa de padres a hijos, llevan esa pasión en la sangre y son capaces de pasarse días sin dormir, con tal de terminar sus majestuosas e imponentes carrozas y tener el orgullo de participar en el desfile del 6 de enero.

Esta vez no se pudo por las medidas sanitarias, pero la exhibición de los diferentes motivos que se hace en la carrera 27, excelente idea de la Administración municipal en cabeza del alcalde, Germán Chamorro de La Rosa,  ha sido muy bien acogida por la ciudadanía.  Así que sigamos disfrutando hasta mañana del Carnaval de Negros y Blancos, que a pesar de las dificultades creemos que ha sido un resonante éxito y sigue más vivo que nunca.

 POR: JORGE HERNANDO CARVAJAL PÉREZ