Ismael Botina, popular maestro Buchón, sabe historias del volcán Galeras porque tiene mil años.
Cuentan las crónicas del español Zieza de León, un cura que acompañaba a los conquistadores y encargado de escribir todo lo que veía a su paso. Por allá en 1530, narra que cuando llegaron a estas tierras se toparon con un volcán que echaba humo y candela; los moradores lo llamaban Urcunina, que significa “Montaña de fuego”; a cada rato lanzaba llamas tan altas que por las noches iluminaban el pueblo.
En ese tiempo no había ni luz eléctrica, ni centros de información. La gente se guiaba por los aullidos de los perros, el balido de las vacas y el chillar de los cuyes, estos, antes del temblor se desesperan y comienzan a estornudar -se achucan-. Como instinto de salvación los pastusos tenían una zona de refugio que era el famoso Ejido, que corresponde al sector donde ahora funciona el Hospital Departamental y parque Bolívar.
Los españoles que llegaron acá acabaron nuestras costumbres y nos impusieron a la fuerza su idioma, le cambiaron de nombre al volcán, y le pusieron “Galeras”, porque desde lo alto se lo mira como si fuera una embarcación que se usaba en el Mediterráneo para carga pesada. Desde allí nos olvidamos de Urcunina.
Una crónica de 1536 narra lo siguiente: “era una noche oscura, de repente se escucharon ruidos espantosos, parecía que se tragaba la tierra… al otro día, cuando amaneció, el pueblo se encontró con la sorpresa que el volcán había lanzado enormes piedras y lodo- creían que lo había lanzado por el aire; sin embargo, después se dieron que cuenta que todo fue arrojado y arrastrado por la quebrada Mijitayo. Llenó de enormes piedras la zona que hoy es San Felipe, San Andrés, Bomboná, Parque Infantil, Hospital Infantil, hasta llegar al río Pasto. Tanta piedra arrojó el Galeras que la gente llamó a la zona de Rumipamba, que significa “pura piedra”, o simplemente El Pedregal.
Como el tiempo de los volcanes es diferente, un siglo es como si fuera un segundo, nuestro cerro se duerme y vuelve a despertar en 1928, donde ya aparecen crónicas más claras. Pero siempre describen tormentosos ruidos y columnas de candela y ceniza, que se elevaban miles de metros. La ceniza cubría los pastos de toda la región y llegaba hasta Ibarra, en el Ecuador, los campesinos agradecían a Dios porque abonaba los terrenos. Las gentes dormían en las calles en carpas. Los pastusos se acostumbraron vivir con el volcán. Siempre salía en procesión la Virgen de Las Mercedes.
En ninguna crónica aparece que haya habido lava, ni enormes temblores. Obviamente se sentían movimientos pero moderados. Un terremoto de 1938 que acabó con Pasto no fue del Galeras sino del Patascoy.
Se duerme y despierta en 1988, tiempo del alcalde Germán Guerrero, es cuando se forma el Observatorio Sismológico- los funcionarios nombrados eran apenas egresados de ingeniería, hoy están a punto jubilarse y el Galeras ahí…
POR: MANUEL ERASO

