Juan Carlos Cárdenas Toro

UN AÑO CAMINANDO EN NARIÑO

En camino con las comunidades diocesanas

Hoy hace un año que tomaba posesión canónica de la Diócesis de Pasto, luego de ser nombrado por el Papa Francisco para acompañar a los católicos de esta jurisdicción como su hermano y pastor.

Pido perdón por dedicar este espacio para hacer este ejercicio personal, pero quiero hacerlo, no centrado en mi persona sino en los signos de esperanza que he encontrado en esta región del sur de Colombia.

 

Su gente

Desde el primer momento que entré a tierras nariñenses hasta el día de hoy no me canso de sorprenderme y agradecer a Dios por la calidad humana y cristiana de las personas que he podido encontrar y saludar en cada uno de los 27 municipios que están en la jurisdicción de la Diócesis de Pasto. A pesar de históricas marginaciones y olvidos, puedo apreciar en las personas la riqueza humana de los que saben abrir su corazón y manifestar de todas las maneras posibles su hospitalidad. Pero también las profundas raíces cristianas, que no obstante las dificultades y retos, particularmente con las nuevas generaciones, son un motivo de consuelo para proclamar una vez más y con vigor la permanente novedad del Evangelio que sigue teniendo algo que decir a los hombres y mujeres de todos los tiempos, incluido el nuestro.

Es motivo de agradecer a Dios descubrir tanto potencial en las culturas ancestrales, en las habilidades de los artesanos y artesanas, en la dedicación de los agricultores, en la profundidad y riqueza de sus intelectuales y profesionales.

Los hombres y mujeres de esta región son el principal patrimonio de Nariño que anima a no perder la esperanza de soñar una región mejor, y una siempre renovada vitalidad eclesial.

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Su territorio

Sí, no sólo la tierra, sino el territorio nariñense que he podido recorrer en este primer año compartiendo la vida en esta región, es otro motivo de esperanza. Se puede apreciar que el territorio sigue siendo para una infinita mayoría de nariñenses el espacio vital donde se tejen los sueños, donde se continúan hilando las historias familiares y comunitarias.

El asilamiento y la marginación son ciertamente retos, pero no pueden silenciar esos sueños, esos proyectos de vida. Es necesario infundir en esos espacios vitales la fe en lo que se tiene y la responsabilidad de poder transformar los sueños en realidades rompiendo los paradigmas del individualismo para redescubrir la fuerza de sumarse en una causa común. Adquiere así especial resonancia la tarea que nos ha puesto el Papa Francisco: comunión, participación y misión.

Agradezco a Dios la oportunidad de aprender cada día con ustedes. En el nombre del Señor sigamos caminando juntos. Rezo por todos. Recen por mí.

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas