Escribimos estas líneas editoriales en medio del más profundo dolor a consecuencia de la tragedia invernal que hoy sacude al departamento de Nariño, con la pérdida de por lo menos 10 vidas humanas a consecuencia de un deslizamiento de tierra en el municipio de Mallama, número de víctimas-que mucho tememos-aumentará en el transcurso de las próximas horas.
También nos duele mucho saber que cada temporada invernal en nuestra región se constituye en un motivo de luto y destrucción, como precisamente acaba de ocurrir en estos momentos, donde toneladas de tierra se precipitaron sobre varias viviendas, entre ellas un establecimiento público.
En ese sentido, nosotros seguimos sin entender como siguen ocurriendo esta clase de tragedias, puesto que es de suponer que hace rato las dependencias de atención y prevención de riesgos, debieron haber detectado que la zona donde se acaba de registrar esta tragedia era peligrosa y por lo tanto no se debía vivir allí.
Pero, los mismos tristes episodios han pasado más de una vez, cuando llega el invierno y nada se hace en el sentido de alertar a la población sobre los riesgos mortales que se corren.
«Escribimos estas líneas editoriales en medio del más profundo dolor a consecuencia de la tragedia invernal que hoy sacude al departamento de Nariño, con la pérdida de por lo menos 10 vidas humanas a consecuencia de un deslizamiento de tierra en el municipio de Mallama, número de víctimas-que mucho tememos-aumentará en el transcurso de las próximas horas».
Sabemos que la naturaleza es imprevisible y en el caso que hoy nos afecta de manera grave en nuestro departamento de Nariño, las fuertes lluvias presentadas en los últimos días, fueron la causa para que el terreno cediera y causara la tragedia que hoy todos lamentamos y qué, posiblemente se hubiera podido evitar.
Sin embargo, en nuestro país, es una constante que sigamos llorando muertos a consecuencia de la imprevisión. Ahí tenemos el funesto episodio de la destrucción de Armero, donde, a pesar que, en efecto, sí hubo numerosas llamadas de alerta, nunca se tomaron las medidas pertinentes para evitar, lo que al final fue una catástrofe sin precedentes.
En este sentido de las graves imprevisiones que provocan destrucción y muerte, está la avalancha que semidestruyó a Mocoa y por lo bajo, causó la muerte de 3 mil personas, donde también se tocaron campanadas de aviso, pero tampoco nada se hizo al respecto, lo que hoy tiene en delicados problemas jurídicos a la entonces gobernadora del Putumayo, Sorrel Aroca.
No es la primera vez que el invierno hace vestir de negro al departamento de Nariño, por lo que de nuevo reiteramos un llamado que siempre hacemos en estas temporadas de lluvia para que los mandatarios municipales y las autoridades de prevención se movilicen en lo que tiene que ver con la prevención, ya que lo que está en juego es la vida de miles de personas.
Ojalá, entonces, que esta tragedia que nos duele en el alma, haga que los alcaldes y los organismos de atención y prevención de desastres, entiendan que es prioridad, poner en marcha toda clase de acciones, para enfrentar un riesgo, que todos sabemos que es puntual y peligroso, como lo es el invierno.
Esto es de importancia transcendental, puesto que de acuerdo con los pronósticos del Ideam, esta temporada de lluvias, en especial en la costa pacífica de Nariño, va a ser una de las más intensas de los últimos años, con énfasis en este mes de noviembre y la primera quincena de diciembre.
Ya en el tristísimo caso de Mallama no se puede llorar sobre la leche derramada, puesto que el daño está hecho, pero esperamos que este funesto acontecimiento haga que en todo el departamento de Nariño, se redoblen todas las acciones de prevención. Es lo menos que se puede hacer.

