En la Diócesis de Pasto nos hemos propuesto hacer de la conmemoración de los fieles difuntos de este año, una oportunidad para recordar desde la esperanza a todas las personas que solo en Pasto son mucho más de 1000 nos han dejado a lo largo de esta pandemia.
Este 2 de noviembre nos encontraremos a las 5 de la tarde en el coliseo del Colegio Champagnat para rezar juntos por aquellos que se nos adelantaron en el viaje, arrebatados por el Covid-19.
Varias razones nos mueven a esta conmemoración:
1. Una despedida pendiente
Tal vez de las cosas más fuertes que se agregan a la pérdida de un ser querido es no poderle despedir con los ritos propios de nuestra fe y costumbres. En los momentos más crudos de las pandemias cientos de personas fallecieron sin poderse despedir de sus familiares, que al llanto por sus pérdidas sumaron el dolor de no poder haber hecho un funeral.
En esta jornada ofreceremos nuestro rito exequial por todas esas personas y juntos encomendaremos sus almas al Creador. Será un rito para hacer ese duelo colectivo.
2. Resignificar el duelo
La pérdida de tantas personas en las condiciones de aislamiento propias de la pandemia hicieron aflorar preguntas que se quedaron respuestas, la frustración las palabras que no se alcanzaron a decir, sentimientos de una impotencia ante algo que nos superó.
Desde esta perspectiva, el duelo para muchos se quedó en esas sensaciones y tal vez todavía ese dolor está esperando ser consolado.
La jornada del 2 de noviembre será la oportunidad para juntarnos y, sin pretender que se olvide el dolor de lo que se ha vivido, poniendo delante del altar el recuerdo de esos seres queridos, a partir de la fe en Cristo Resucitado traer luz en medio del dolor, pues Jesús mismo ha dicho: «El que cree en mí, aunque muera, vivirla» (Juan, 11,26).
3. Encender la esperanza
Si algo no puede morir, por duro que sea lo que hayamos podido experimentar, esta es la esperanza. Para quienes tenemos fe, existe la certeza de que la muerte no puede ser el final del camino.
El recuerdo de los seres queridos sigue vivo para Dios: ellos le contemplan ahora en la eternidad (así lo declaramos en el Credo: espero la resurrección de los muertos y la vida eterna). Así mismo, nos sobreponemos al dolor recogiendo el legado de todo lo bueno que nos queda en la memoria de los que se nos adelantaron.
En esta jornada el signo será encender una lámpara que nos animará a mantener vivo el recuerdo de los fallecidos y brindarles el mejor homenaje: seguir adelante sin rendirnos.
Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro

