Combatir la corrupción es más complejo de lo que se cree, está en la sociedad, sin embargo, no se puede comparar al que hurta el erario para sus placeres, con quien roba una gallina para darles de comer a sus hijos.
Al político y al funcionario corruptos hay que acabarlos en las urnas y rechazarlos cuando los veamos por ahí campantes. La pelea no es en contra del rico trabajador y honorable; la lucha es con quien utiliza el erario para enriquecerse. Es triste ver en fin de año a corruptos en las mejores playas del mundo, mientras que otros, ni cenan en nochebuena.
Empiecen a quitarles ese poder a los deshonestos. Si a usted le dio tamal y tejas o un puesto de trabajo o un gran contrato, no se sienta comprometido, crea que se lo ganó, que usted se lo merece; si todos fueran por ese camino casi de ensueño, se podrá ir combatiendo la corrupción en serio.
Hagan este ejercicio desde la situación económica en la que se encuentren. Compárense con su igual de otro país y analicen si tiene mejor calidad de vida que las suyas. Es que el bienestar económico no solo se debe medir con el de bajos recursos, sino también con el empresario o trabajador. Mientras aquí pagamos altos impuestos y no los vemos reflejados, en otras naciones su par genera más empleo, tiene una empresa más sostenible y hasta ya ha comprado apartamento y velero en Miami.
La impunidad es el combustible de la corrupción, es cierto, pero no nos quedemos ahí, y empecemos a rechazar socialmente al deshonesto. Entendamos que el problema no está en que los hijos del alcalde o del gobernador sean empresarios, lo grave es cuando actúan como hijos del alcalde o del gobernador, para ser empresarios.
Por: Emilio Jiménez Santiusti.

