Para precisar el uso correcto del término se comienza por decir que se debe escribir y hablar con relación a los emigrantes y no migrantes, pues se hace referencia a las personas obligadas por diversas causas a abandonar sus lugares de origen para ir hacia otros dentro o fuera del mismo país, una sola de ellas, pero suficiente, el hambre. En tanto que el migrante por su sola voluntad se traslada de un sitio a otro llevado por espíritu de aventura, el solo deseo de conocer o de probar suerte motivado por el carácter nómade que en algunos seres humanos aún subsiste como herencia de los antepasados primigenios.
Por lo tanto, se debe llamar emigrantes a los niños, jóvenes, ancianos, mujeres u hombres que vemos llegar y pasar hacia otras ciudades, países y continentes, pues por la manera en la que van bien se infiere que la decisión de armar las maletas con los corotos que más pudieron meter en ellas fue tomada como una última opción de poder luchar por sobrevivir, lejos de donde ya nadie les ofrece nada porque simplemente no hay, en muchos de los casos de emigrantes, ni siquiera libertad.
Esta semana el mundo occidental celebra lo que hoy ya muy pocos consideran un descubrimiento y sí el encuentro de dos mundos. Solo que, de verse el suceso desde esta orilla del mar o desde la cima de cualquiera de las cordilleras, no es equivocación afirmar que debería conmemorarse la llegada de la primera horda de emigrantes proveniente de Europa en la era de Cristo.
Pues se tiene conocimiento de otras olas emigratorias llegadas al continente antes de la era cristiana, originarias del África, Australia, Mongolia, incluso del norte de Europa, que serían todas ellas las pobladoras de gran parte de estos suelos y germinadoras de muchos de los pueblos que Colón y sus emigrantes encontrarían una vez desembarcados en lo que consideraron territorio parte de la India, por lo que utilizaron el gentilicio indio para denominar así a los habitantes avistados en sus primeros viajes.
Si fueron emigrantes estos blancos barbados a los que pintan vestidos con armadura, casco y polainas. En algunos gravados al pie de los barcos y en otros sobre caballos, pero en todos recibiendo la venia del nativo semidesnudo, pintado así para mostrarlos semirracionales, que así trataron estos emigrantes a los nativos, quienes nunca dudaron en ofrecerles hospitalidad en atención a las condiciones en las que llegaban hasta sus aldeas después de extenuantes jornadas de viaje.
Solo que estos: expulsados de España por el hambre, perseguidos por la justicia, acosados por los acreedores o empujados por la falta de oportunidades para mejorar la condición de vida, como se dice hoy, confundieron amabilidad con mansedumbre y la mayoría procedió a avasallar, apoyados en la cruz y blandiendo las espadas. No de otra manera los inmigrantes, que es como se debe llamar a los emigrantes que se quedan a vivir en el territorio al que llegan, convirtieron este continente en suyo y a los pobladores oriundos en emigrantes dentro de sus mismos territorios. Condición que hasta ahora mantienen según se sabe a través de noticias como las que llegan de Chile, en donde los indígenas Mapuches han sido desterrados por las multinacionales madereras que migran de sus países de origen sin más otra necesidad que la de multiplicar sus capitales y aumentar la riqueza de los socios pertenecientes a la élite gobernante.
Observando con detenimiento las caravanas de emigrantes que pasan en una sola hilera desde el sur hasta el norte de América, se ven solo nativos expulsados de sus países por el capital extranjero que migra hacia donde son llamados a apropiarse del suelo y el subsuelo convirtiendo en parias a los propietarios. @risar0
Por: Ricardo sarasty

