El día de la niña es una fecha promulgada por la Organización de Naciones Unidas, que se conmemora cada 11 de octubre en el mundo y que generalmente pasa desapercibida, situación que pone sobre la mesa no solo el desconocimiento sobre la realidad de las niñas en el país, sino también la realidad sobre el ejercicio y garantía de sus derechos.
Lastimosamente y pese a que no podemos desconocer los avances en temas de cierre de la brecha de género a nivel mundial, es inaudito que la violencia basada en género, especialmente la violencia sexual contra las niñas, siga representando una amenaza latente, aun cuando hay un sub-registro de la constancia de su ocurrencia. Esta violencia persiste en el marco del conflicto armado, pero más frecuentemente en la sociedad en general.
Lo cierto es que las cifras son alarmantes de acuerdo con una encuesta de Fundación Plan, realizada en el marco de este día en el 2020, se pudo establecer que el 67 % de las niñas colombianas dijo que había experimentado alguna forma de acoso, mientras que en el mundo fue el 58%. Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué sucede con las instituciones encargadas de velar por los derechos de las niñas desde un enfoque diferencial, que realmente aporte los mecanismos para su protección? Porque se habla tan poco de los miedos que enfrentamos las mujeres adultas y también las niñas cuando día a día atravesamos diversas formas de violencia que han sido aceptadas por la sociedad y minimizadas; el acoso en línea el acoso callejero, el sentirnos menos capaces, la falta de oportunidades equitativas entre otras muchas. Porque no es gracia ni un invento que cada vez que atravesamos la puerta de nuestra casa para salir al colegio, la escuela o el trabajo debemos andar con más cuidado, volteando la vista atrás cada minuto como si tuviéramos delirio de persecución.
Las violencias que percibimos y que a veces no nos atrevemos a contar son de alto impacto en nuestras vidas lastimosamente se han tergiversado y han tomado el matiz de sutiles y cotidianas; cabe señalar también, que, si esta indefensión la sentimos las mujeres adultas, con más razón y de manera más fuerte deben percibir las niñas los sentimientos de temor e inseguridad que nos aquejan a todas.
Dicen que las pequeñas acciones son grandes obras, ¿Qué podemos hacer frente a esto? Pues bien, podemos empezar por dejar de restarle importancia a estas conmemoraciones y sumarnos a los eventos que realicen las organizaciones de género, en casa motivar a más niñas y adolescentes a asistir las jornadas lúdicas y pedagógicas, promover espacios en las instituciones educativas donde mujeres destacadas en distintos sectores motiven a las niñas a seguir sus pasos, posicionar el tema en casa y en todos los sectores de la sociedad, y ante todo dejar de normalizar nuestro miedo, hablar tejer redes de apoyo, escuchar y enseñar a nuestras niñas que no están solas.
Por: Lady Viviana Guerrero Ponce

