Carlos Álvarez.

Nariño en la mira

Aunque es un fenómeno  todo enacional, sobre todo en Bogotá, la delincuencia está en los ojos de las bandas delincuenciales sobre nuestro departamento, siendo azotado en casi todo su territorio. Muy delicada la situación en Tumaco y toda la costa, en los campos ya no se puede transitar sin peligro de sufrir un atentado contra la propia vida. Por ejemplo, en la vía El Pedregal-Túquerres-Ipiales, todos los días se oyen quejas de los ciudadanos que transitan esas carreteras y por supuesto todas las aledañas que conectan con aquellos centros.

Pero quedé sorprendido de lo que está ocurriendo en la frontera y particularmente en Ipiales. Prácticamente la seguridad se salió de las manos de las autoridades que se han visto incapaces de controlar la ola de violencia.

En el cordón de la frontera existen muchos pasos clandestinos de los que se han apropiado extranjeros de varias nacionalidades transportando personas y mercancías de contrabando para cuyos servicios exigen el pago en dólares, utilizando variados medios de trasporte: motos, carros y hasta caballos. En el barrio Balcones de la Frontera cerca del crucero que conduce a la población de Carlosama se forma congestión de vehículos y personas, convirtiéndose en “puerto de nadie”.

En la ciudad se ha llegado al colmo de que los malandrines disponen de llaves de las casas, como sucedió en un barrio del centro de Ipiales, haciendo víctimas a los moradores.

Existen varios desvíos para cruzar al Ecuador tales como camino a Potosí, Orejuela, Yaramal, Santafé etc. Que a pesar de múltiples consejos de gobierno con la policía y los mandos del Grupo Cabal, no ha sido posible controlar la delincuencia organizada de la frontera. Es impensable como la inseguridad en la franja internacional no tiene ni Dios ni ley; ¿que podremos pensar de la seguridad nacional? Pregúntele a Mindefensa y a Cancillería…responderán: ¿de verdad?

Por: Carlos Álvarez.