Los datos de la European Election Study 2024 revelan un fenómeno llamativo: los jóvenes fueron quienes otorgaron un apoyo electoral sin precedentes a partidos de derecha en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024.
A primera vista, muchos podrían pensar que esta realidad es ajena a Colombia, bajo el argumento de que Europa y América Latina responden a contextos políticos, sociales y culturales distintos. Sin embargo, la distancia geográfica no implica una desconexión política ni generacional. Por el contrario, lo que ocurre en Europa ofrece claves relevantes para comprender dinámicas que también comienzan a manifestarse en nuestro país.
Durante años se consolidó la idea de que la juventud era, casi por definición, progresista o de izquierda. No obstante, la evidencia reciente demuestra que esta lectura es incompleta. Un ejemplo claro son las elecciones a los Consejos Municipales y Locales de Juventud en Colombia, donde una parte significativa de jóvenes optó por elegir —y hacerse elegir— a través de listas identificadas con sectores de derecha. Lejos de tratarse de una anomalía, este comportamiento responde a una transformación política más profunda.
La derecha que hoy logra conectar con los jóvenes ya no es aquella rígida, moralista y cerrada que predominó durante buena parte del siglo XX. Ha emergido, en cambio, una derecha que entiende el lenguaje de la libertad individual, que habla más de oportunidades que de prohibiciones y que ha flexibilizado posturas que antes parecían inamovibles. Se trata de una visión que no busca imponer un modelo único de sociedad, sino defender el derecho a elegir, a emprender y a construir proyectos de vida propios.
Esta postura parte de una premisa central: el Estado no está para regular la conciencia ni la vida íntima de las personas. Su función no es decidir quién es aceptable o qué proyecto de vida debe seguirse, sino crear un marco de reglas claras que permita que distintas ideas, creencias y formas de vivir se desarrollen de manera autónoma y responsable.
Por ello, esta visión ha ganado terreno entre la juventud colombiana, que comprende que la autoridad no se ejerce controlando la vida de las personas, sino garantizando el cumplimiento de los deberes y la protección efectiva de los derechos. Gobernar no significa vigilar conciencias, sino asegurar condiciones justas para la convivencia.
En una generación que ha crecido en medio de la incertidumbre económica, la escasez de oportunidades laborales y la frustración frente a promesas incumplidas, los discursos sobre mérito, responsabilidad y eficiencia estatal resultan especialmente atractivos. Y no porque los jóvenes hayan abandonado la sensibilidad social, sino porque desconfían de sistemas políticos que, en nombre de la justicia, no logran ofrecer resultados concretos.
Todo esto permite afirmar que no se trata de un giro hacia el conservadurismo clásico, ni de una renuncia a temas como el medio ambiente, la inclusión o la igualdad de oportunidades. Lo que ocurre es que una nueva generación se está formando en una coyuntura donde las soluciones exigen resultados reales, incluso cuando esas respuestas provienen de espacios políticos que antes parecían ajenos.
Mirar hacia la derecha, entonces, no es un acto gratuito. Es el reflejo de una juventud que ha cambiado, que se ha adaptado y que entiende que gobernar no es imponer, sino convencer con ideas. Ignorar este fenómeno sería un error; comprenderlo, en cambio, es una obligación para cualquier proyecto político que aspire a ser relevante en 2026.
Las opiniones expresadas en esta sección son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan la postura ni la línea editorial de BC Noticias. Nuestro compromiso es ser una plataforma abierta y plural para el debate.

