Columnista Carlos Eduardo Lagos

El justo medio aristotélico en política

Por: Carlos Eduardo Lagos Campos

En Colombia tendemos a hablar del ‘centro político’ como si fuera una franja equidistante entre extremos, una zona de neutralidad. Pero la virtud no es un promedio: es un punto determinado por las circunstancias. Aristóteles definió la mesótēs pròs hēmas —el justo medio relativo a nosotros— como el lugar donde la razón práctica (phrónēsis) guía la acción según las exigencias concretas del contexto. En 2025, ese contexto no admite moderaciones estéticas: demanda decisión, autoridad y realismo.

Un país (y una región) en emergencia

Los recientes datos nacionales lo confirman: masacres, extorsión, cultivos ilícitos, crecimiento del narcotráfico, déficit fiscal, expansión de grupos armados. Pero en el sur, en departamentos como Nariño, esas amenazas se sienten con particular urgencia —y con matices transfronterizos.

Este año se han registrado operaciones estatales que destruyeron decenas de laboratorios de procesamiento de cocaína en Nariño. Esa ofensiva empujó a estructuras criminales hacia zonas fronterizas con Ecuador, generando desplazamientos y una escalada de violencia. En ese contexto, se reportaron emboscadas en territorio ecuatoriano atribuidas a disidencias colombianas, lo que demuestra la dimensión transnacional del problema. Frente a esa presión, la amenaza ya no es solo local: pone en riesgo la soberanía, la seguridad comunitaria y la estabilidad regional.

Esa realidad confirma que el vicio dominante de 2025 no es el exceso de poder estatal, sino su ausencia. Por eso la virtud —el justo medio— ya no puede definirse como neutralidad sino como autoridad democrática, protección del Estado, justicia efectiva y reconstrucción institucional.

El centro “virtuoso”: por qué ya no basta con la equidistancia

El viejo centro —eso que algunos siguen llamando moderación— hoy resulta insuficiente. No hay espacio para tibiezas cuando el crimen organizado extorsiona, domina territorios y desestabiliza comunidades. El país necesita un centro que defienda la ley, ejerza control, recupere el territorio, combine firmeza con garantías —un centro con coraje para actuar.

Ese centro actualizado exige:

Seguridad con legitimidad: ofensivas reales, sometimiento solo con evidencia de abandono del delito.

Responsabilidad fiscal: ajuste del gasto, estímulo a inversión productiva, protección social focalizada.

Institucionalidad robusta: justicia independiente, medios libres, control político transparente y reforma a la atomización partidista.

Reforma agraria racional: compra voluntaria de tierras, crédito agrícola, productividad y dignidad rural.

Política exterior realista: alianzas estratégicas con economías democráticas, y manejo responsable de fronteras y migración.

Ejemplo local: gestión municipal en Pasto

En esa lógica de equilibrio responsable cabe mirar al sur, donde la gestión local puede dar señales de ese centro prudente. El alcalde de Pasto, Nicolás Toro Muñoz, no se autodefine con etiquetas nacionales, pero su administración ha optado por medidas concretas que ilustran ese espíritu: énfasis en seguridad urbana, recuperación del espacio público, inversión social, programas de bienestar, mejora de servicios básicos y rechazo al clientelismo. Esa apuesta por la institucionalidad local —con resultados visibles— es un ejemplo modesto pero real de cómo puede aplicarse el justo medio en clave regional.

No es una campaña, ni una plataforma nacional; es un experimento de gobernanza —un laboratorio que sugiere que el centro no es sólo discurso, sino gestión responsable donde los ciudadanos aún pueden confiar.

Conclusión: el centro real ya cambió

El justo medio aristotélico no es una línea neutra dibujada entre extremos opuestos. Es una postura de decisión, de prudencia, de defensa del orden legítimo cuando la fragilidad amenaza con devorarlo todo. En 2025, Colombia —y sobre todo el sur del país— necesita ese centro.

Quienes insistan en la equidistancia cómoda están desconectados de la realidad. La virtud ya no está en la mitad: está donde la prudencia exige volver a reclamar el Estado.