Rusia bombardea Kiev y deja dos muertos y 600.000 hogares sin electricidad

En la madrugada del 27 de diciembre de 2025, Rusia lanzó uno de los ataques más intensos contra Kiev desde el inicio de la guerra, apenas horas antes de la reunión prevista en Florida entre Donald Trump y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. El bombardeo incluyó el uso masivo de 519 drones y 40 misiles, según informó la Fuerza Aérea de Ucrania, que aseguró haber derribado la mayoría de los proyectiles: 474 drones y 29 misiles. Aun así, varios impactos lograron atravesar las defensas y causaron graves daños humanos y materiales.

El ataque dejó un saldo de dos personas muertas y al menos 28 heridas, además de una afectación crítica a la infraestructura energética. Las autoridades ucranianas reportaron que alrededor de 600.000 hogares quedaron sin electricidad, con interrupciones adicionales en el suministro de calefacción, en pleno invierno. La alerta aérea se mantuvo activa durante horas debido a las fuertes explosiones nocturnas que sacudieron la capital.

Uno de los misiles impactó directamente un edificio residencial, provocando un incendio de grandes proporciones. El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, confirmó que en ese lugar se produjo una de las muertes y la mayoría de los heridos. La segunda víctima fatal se registró en una zona periférica de la ciudad, también como consecuencia del ataque.

Desde Moscú, el Ejército ruso sostuvo que la ofensiva estuvo dirigida contra objetivos militares y contra infraestructuras energéticas utilizadas en beneficio de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Sin embargo, desde Kiev, la primera ministra Yulia Sviridenko denunció que el ataque afectó de forma directa a la población civil, dejando a cientos de miles de personas sin servicios básicos.

Antes de viajar a Estados Unidos, Zelenski fue contundente al afirmar que el bombardeo demuestra que Rusia no tiene intención real de poner fin a la guerra. Según el mandatario ucraniano, Moscú busca deliberadamente incrementar el sufrimiento de la población y presionar políticamente a Ucrania en un momento clave del proceso diplomático.

El ataque se produjo en la antesala de la reunión en Florida entre Zelenski y Trump, en la que se discutirá el plan impulsado por Estados Unidos para cerrar el conflicto, que en febrero de 2026 cumplirá cuatro años. Zelenski reveló que la propuesta más reciente de Washington consta de 20 puntos, e incluye la congelación de la línea del frente en su posición actual, la creación de zonas desmilitarizadas y la eventual retirada de tropas ucranianas del este del país.

Uno de los puntos más sensibles del plan es la presión para que Ucrania se retire del 20 % del territorio que aún controla en la región de Donetsk, una exigencia clave de Rusia. Zelenski reconoció que existen fuertes desacuerdos con Washington, especialmente en torno al futuro del Donbás. También explicó que el plan contempla un control conjunto entre Estados Unidos, Ucrania y Rusia de la central nuclear de Zaporiyia, la mayor planta atómica de Europa, ocupada por fuerzas rusas desde el inicio de la invasión.

El presidente ucraniano reiteró que cualquier cesión territorial solo podría darse con la aprobación del pueblo ucraniano mediante un referéndum, dejando claro que ese punto constituye una línea roja política y social.

En comparación con una versión anterior del plan —de 28 puntos y considerada ampliamente favorable a Moscú—, Ucrania logró algunas concesiones importantes: se eliminó la exigencia de que Kiev renunciara explícitamente a su aspiración de ingresar en la OTAN, y también se descartó que Estados Unidos reconociera como rusos los territorios ocupados desde 2014, incluido Crimea.

Pese a estos cambios, Rusia criticó duramente la nueva propuesta, acusando a Ucrania de intentar “torpedear” las negociaciones. Moscú mantiene como líneas rojas la oposición total al ingreso de Ucrania en la OTAN y el rechazo al despliegue de fuerzas internacionales de paz para supervisar un eventual alto el fuego, una medida que sí está contemplada en el plan estadounidense.

En la previa del encuentro, Donald Trump endureció su discurso sobre el margen de negociación de Zelenski. Ante periodistas, afirmó que el líder ucraniano “no tiene nada hasta que yo lo apruebe”, y dejó entrever que la resolución del conflicto dependerá en gran medida de su aval personal. Trump también dijo confiar en que la reunión saldrá bien y que cree que podrá entenderse tanto con Zelenski como con el presidente ruso Vladimir Putin.

Como si el escenario no fuera ya lo suficientemente complejo, tras la salida de Zelenski hacia Estados Unidos estalló un nuevo escándalo de corrupción en Ucrania. La agencia anticorrupción NABU acusó a varios diputados de aceptar sobornos a cambio de votos en el Parlamento y denunció que intentó realizar allanamientos, pero fue bloqueada por fuerzas de seguridad.

Este episodio se suma a una crisis previa ocurrida en noviembre, cuando un caso de malversación de casi 100 millones de dólares en el sector energético provocó la dimisión de Andrii Yermak, jefe de gabinete presidencial y principal negociador con Washington hasta ese momento, debilitando aún más la posición política interna del gobierno ucraniano.

En conjunto, el bombardeo sobre Kiev, las tensiones diplomáticas, las exigencias territoriales y los escándalos internos reflejan un momento crítico del conflicto, en el que la guerra en el terreno y la disputa política internacional avanzan en paralelo, sin señales claras de una salida inmediata.