Hace más de dos décadas, un tsunami de proporciones históricas golpeó las costas del océano Índico tras un fuerte terremoto submarino, dejando un saldo trágico y consecuencias que se sienten hasta hoy. Este fenómeno, ocurrido un 26 de diciembre, desencadenó olas gigantes que atravesaron múltiples países y marcaron un antes y un después en la gestión de desastres naturales.
El sismo que provocó el tsunami fue de una magnitud excepcional, generando olas que en algunos lugares alcanzaron más de 20 metros de altura y avanzaron a alta velocidad sobre las comunidades costeras. Las olas afectaron numerosos países del sur y sudeste asiático, así como zonas más lejanas, cobrando la vida de cientos de miles de personas y dejando un enorme número de desaparecidos.
Las cifras del desastre son estremecedoras: se contabilizan más de 200.000 personas fallecidas en distintos países, y millones de personas desplazadas, que se vieron obligadas a abandonar sus hogares ante la devastación de sus comunidades. La magnitud del impacto fue tal que muchas zonas tardaron años en reconstruirse y recuperarse de los daños materiales, sociales y ambientales.
Entre las historias más sorprendentes del desastre destaca la de un barco pesquero que quedó encallado sobre el techo de una casa en un pequeño pueblo costero. Esa embarcación funcionó como una suerte de refugio improvisado para varias decenas de personas que, al quedar la vivienda inundada, lograron subir al barco y salvar sus vidas en medio de la tragedia. Con el tiempo, ese lugar se ha convertido en un símbolo del tsunami, recordado tanto por la destrucción como por los actos de supervivencia que ocurrieron.
El tsunami no solo dejó un terrible costo humano, sino también graves consecuencias ambientales y económicas. Las inundaciones alteraron acuíferos de agua dulce, destruyeron tierras cultivables y generaron enormes cantidades de escombros y contaminación en las zonas afectadas. La devastación motivó, además, esfuerzos internacionales para mejorar los sistemas de alerta temprana y la preparación ante eventos similares, con el fin de evitar que tragedias de esta escala se repitan en el futuro.

