Ya no estamos cansados por eventos puntuales, sino por acumulación. No es una gran tragedia, es la suma de microexigencias constantes. Mensajes, decisiones, estímulos, comparaciones. Todo pide atención, todo parece urgente.
El sistema nervioso no fue diseñado para esto. No distingue entre una amenaza real y una bandeja de entrada llena. Responde igual: alerta, tensión, desgaste. Vivir así no colapsa de inmediato, pero erosiona lentamente.
Por eso el cansancio emocional se volvió un estado base. No hay recuperación completa, solo pausas breves. Dormir ya no siempre restaura, porque el problema no es físico, es cognitivo. La mente nunca se apaga del todo.
El discurso dominante dice que es falta de disciplina. Que deberías poder con todo. Pero no es debilidad individual, es sobrecarga estructural. No puedes optimizar un cerebro para soportar infinitas demandas sin pagar un precio.
Reconocer el cansancio no es rendirse. Es diagnosticar correctamente. El descanso no es premio, es mantenimiento. Y sin mantenimiento, todo falla.
