Por: Ricardo Sarasty
Bravos reaccionaron los dueños de las empresas realizadoras de encuestas ante la última ley que en conjunto con la 58 de 1985 y la 130 de 1994 busca ponerle cortapisas necesarias a su uso en tiempos de campañas electorales, cuando más las requieren en todas los partidos y movimientos políticos. Porque desde que comenzaron a usarse las encuestas como algo más que un simple mecanismo de consulta para más o menos hacerse a una imagen tentativa del resultado final tras las jornadas de votación, el sentido de la encuesta cambió. dejó de ser una medición aproximada de la opinión de los ciudadanos ante las propuestas y la ideología de los candidatos a legisladores o a máximos dignatarios, y se convirtió en un instrumento de las campañas para atrapar electores.
Todo ciudadano creyente de los resultados de las encuestas lo es porque no ve más que un preguntar desprevenido sobre su percepción del acontecer social, económico y político del país, no obstante peca por ingenuo, al ignorar el cómo se hacen y realmente el para qué las contratan los encargados de manejar las campañas electorales, que es en donde radica el negocio de las empresas encargadas de realizarlas. Una y otra vez repitió el inmolado líder natural del partido conservador por allá en la década de los 80, Álvaro Gómez Hurtado, que las encuestas eran como las morcillas que todos se las comían, pero nadie sabía cómo las preparaban, para advertir que todo cuanto en ellas se encuentra, en las encuestas y las morcillas, son aliños y aditivos que terminan confluyendo en un preparado hecho tan solo para ser degustado, jamás pensado. Pues contrario a los que se piensa cuando se está frente a cualquier encuesta, ese es un producto orientado en cada una de sus partes, hasta en su presentación. El diseño es minuciosamente dirigido en todas las etapas de su creación y desarrollo por lo que en ninguna encuesta puede existir algo azaroso, excepto el resultado que en ocasiones se ha apartado de lo previsto, pero no más allá de lo calculado, previsión que recibe el nombre de márgenes error. Solo que en este tipo de encuestas el errar no obedece al carácter propio de todo proceso científico sino una demostración más de la sinceridad del fabricante para que el cliente pague sin reproche alguno, pues habrá de comprender que la derrota no se debió a las encuestas si no a factores no alcanzados a medir por aparecer en la ultima hora.
El que una encuesta electoral falle en sus predicciones es algo que no debería suceder puesto que se fabrican sobre hechos de opinión también creados por encuestas que sondean desde las necesidades hasta los grados de preferencias por gustos y estratos, igual a las utilizadas para posesionar y promocionar cualquier producto en el mercado, para ejemplo, las que preguntan por las preferencias ante este o aquel candidato sin haberse oficializado la postulación y tampoco la inscripción de muchos de los puestos para escoger. Sin embargo, debe advertirse que, se muestran fallidas puesto que el error en ellas también suele ser un hecho creado como parte de una estrategia de márquetin publicitario consistente en generar confusión en la audiencia. Pues de las encuestas no solo se atiende a los guarismos, sino al análisis de los expertos en leerlas y explicarlas, ya que se consultan profesionales en crear hechos, pues de ello depende no solo la generación de determinados efectos políticos, sino que junto a ellos las esperadas consecuencias electorales. Por lo que el papel de las encuestas no es más otro que el de herramientas para manipular al votante. Porque ¿para qué convencerlo con argumentos? Pues a la democracia del voto pensado se opone la del capitalismo pragmático del voto útil. ricardosarasty32@hotmail.com

