En el corazón del Caribe colombiano, a orillas del río Magdalena, Santa Cruz de Mompox resguarda una de las tradiciones joyeras más valiosas del país: la filigrana momposina. Esta técnica artesanal, reconocida por su delicadeza y complejidad, ha convertido a la población en un referente nacional e internacional de la orfebrería hecha a mano, donde cada joya es una manifestación de historia, identidad y memoria colectiva.
La filigrana llegó a Mompox durante la época colonial, cuando los orfebres españoles introdujeron el arte de trabajar hilos finísimos de oro y plata. Con el paso del tiempo, esta técnica fue apropiada y perfeccionada por artesanos locales, quienes le dieron un sello propio, caracterizado por diseños más elaborados y una estética que mezcla influencias europeas con símbolos culturales del Caribe colombiano. Desde entonces, la filigrana se convirtió en un oficio transmitido de generación en generación, generalmente dentro del núcleo familiar.
El proceso de elaboración de una joya de filigrana momposina es largo y minucioso. Todo comienza con la fundición del metal, que luego se estira hasta formar hilos extremadamente delgados. Estos se enrollan, trenzan y sueldan cuidadosamente para dar forma a figuras florales, mariposas, corazones y motivos geométricos. Cada pieza puede tardar varios días en completarse, dependiendo de su tamaño y complejidad, lo que explica su alto valor artesanal frente a la joyería industrial.
Más allá de su belleza, la filigrana representa un sustento económico para decenas de familias momposinas. Talleres pequeños, muchos de ellos ubicados en viviendas tradicionales del centro histórico, mantienen viva esta práctica que forma parte del patrimonio cultural del municipio. Sin embargo, los artesanos enfrentan múltiples desafíos, como el aumento en el costo de los metales, la competencia de imitaciones producidas en serie y la falta de relevo generacional, ya que muchos jóvenes optan por otros oficios ante la inestabilidad económica del sector.
En los últimos años, diversas iniciativas públicas y privadas han buscado proteger y promover la filigrana momposina. Programas de formación, ferias artesanales y estrategias de comercialización han permitido que estas joyas lleguen a nuevos mercados, tanto dentro como fuera del país. Asimismo, el turismo cultural ha jugado un papel clave, al posicionar a Mompox como un destino donde la tradición artesanal se convierte en experiencia viva para visitantes nacionales y extranjeros.
La filigrana momposina no es solo un adorno; es una joya cultural que refleja la paciencia, la destreza y el legado de un pueblo. Su permanencia depende del reconocimiento de su valor histórico y del apoyo continuo a quienes, con manos expertas, transforman el metal en arte. En cada pieza se teje una historia que conecta el pasado con el presente, reafirmando a Mompox como cuna de una de las tradiciones joyeras más emblemáticas de Colombia.

