En medio de la temporada navideña, tradicionalmente asociada con celebraciones y espacios públicos embellecidos, crece el malestar ciudadano en Bogotá por el deterioro evidente de la limpieza y la salubridad en distintos sectores de la ciudad. La reciente inauguración del alumbrado navideño, encabezada por el alcalde Carlos Fernando Galán, lejos de generar entusiasmo generalizado, se convirtió en un detonante para que muchos ciudadanos expresaran su inconformidad frente a la acumulación de basuras en calles, andenes y zonas comerciales de la capital.
Aunque el encendido de las luces es un evento que suele realizarse semanas antes de diciembre y que históricamente ha sido bien recibido, este año las críticas se centraron en la contradicción entre una ciudad iluminada para las fiestas y una ciudad percibida como sucia. En redes sociales se multiplicaron mensajes señalando que, antes de invertir en decoración navideña, la administración distrital debería priorizar la limpieza y el adecuado manejo de los residuos.
Las quejas por el manejo de las basuras no son nuevas, pero se han intensificado durante el mandato del alcalde Galán. Ciudadanos, concejales y congresistas han difundido fotografías y videos que evidencian puntos con acumulación de residuos, incluso empacados correctamente, lo que sugiere fallas en la recolección por parte de los operadores. Entre los casos más visibles están las denuncias de la concejal Clara Lucía Sandoval en San Victorino y de la representante María Fernanda Carrascal en distintos sectores de la ciudad.
Desde la administración distrital se ha respondido que muchos de estos puntos son limpiados con frecuencia, pero se vuelven a llenar rápidamente por la mala disposición de residuos por parte de algunos ciudadanos, o que las imágenes difundidas corresponden a momentos anteriores a la intervención de los equipos de aseo. Sin embargo, estas explicaciones han sido recibidas con escepticismo, ya que el propio alcalde ha reconocido en varias ocasiones que el problema persiste y que se están evaluando medidas como la recuperación de puntos críticos y la estrategia de “cazaregueros”.
Si bien la limpieza de puntos críticos es importante para evitar focos de vectores que afecten la salud pública, el texto señala que el problema no se limita a lugares específicos, sino que se presenta de forma generalizada en toda la ciudad. En cuanto a los “cazaregueros”, se aclara que su capacidad operativa es limitada y que se trata de una medida complementaria, que no reemplaza las obligaciones contractuales de los operadores privados encargados de la recolección de residuos por zonas.
El análisis concluye que el servicio de recolección de basuras no se está prestando de manera eficiente y que la Alcaldía Mayor, a través de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), ha sido insuficiente en la implementación de políticas que garanticen un servicio adecuado. Esta situación ha generado un creciente cansancio entre los habitantes de Bogotá, quienes exigen soluciones estructurales y no solo respuestas defensivas o justificativas por parte de la administración.
Los ciudadanos reclaman que no se traslade la responsabilidad exclusivamente a los hogares, ya que, aunque la correcta disposición de residuos es un deber individual, la formulación de políticas públicas y el cumplimiento de los contratos corresponde a las entidades distritales y a los operadores. Incluso si se demostrara que existe una mala disposición por parte de algunos ciudadanos, una gestión eficiente debería ser capaz de corregir estas prácticas mediante pedagogía, control y sanciones efectivas.
Las respuestas oficiales han sido calificadas como insuficientes y contradictorias. Mientras algunos funcionarios intentan desestimar las denuncias o atribuirlas a campañas de desprestigio, otros reconocen el problema al anunciar estrategias como mayor pedagogía, refuerzo operativo y sanciones tanto a operadores como a infractores. No obstante, estas medidas son percibidas como repetitivas y poco efectivas, dado que el problema se ha agravado con el tiempo.
El texto plantea que, aunque existe un diagnóstico claro de la situación, no se vislumbran soluciones de fondo. El debate se centra entonces en el Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos (PGIRS), especialmente en el modelo de operadores privados por zona. Este sistema, cuyos contratos vencen en febrero de 2026, muestra señales de agotamiento operativo y limita la capacidad de la administración para exigir el cumplimiento estricto o terminar contratos ante incumplimientos reiterados.
Además, se señala que la UAESP ha enfrentado dificultades administrativas y no ha avanzado lo suficiente en la actualización del sistema de recolección, lo que genera incertidumbre sobre el futuro del modelo. La falta de información clara hacia la ciudadanía aumenta la preocupación frente a la continuidad o modificación del esquema actual.
En conclusión, el manejo de las basuras seguirá siendo un tema central del debate público en Bogotá, no solo por la inminente renovación de los contratos del PGIRS, sino porque los ciudadanos demandan una solución real y sostenible que les garantice entornos limpios, saludables y una mejor calidad de vida en la capital.

