El renacer del cacao colombiano: Nariño y Putumayo despuntan como nuevos protagonistas del chocolate fino

Colombia está viviendo una nueva época dorada del cacao, y esta vez el protagonismo no lo tienen los departamentos tradicionales. Nariño y Putumayo empiezan a consolidarse como dos de las regiones emergentes más importantes para el cultivo de cacao de aroma fino y sabor especial, impulsando economías rurales, proyectos de paz y nuevas rutas de turismo agroexperiencial.

En los últimos cinco años, asociaciones campesinas y colectivos de mujeres cacaoteras han logrado elevar los estándares de producción, mejorando procesos de fermentación, secado y control genético. Esto ha permitido que el cacao sureño sea evaluado por compradores internacionales como uno de los más aromáticos del país, destacando notas florales, frutales y un amargor moderado muy apreciado por chocolaterías artesanales de Europa y Estados Unidos.

Nariño: cacao de altura y sabor único

Aunque Nariño suele relacionarse con café y papa, el cacao ha comenzado a ganar terreno desde municipios como Tumaco, Policarpa, Barbacoas y El Charco.
Su magia está en la altura y en la diversidad de microclimas: mientras Tumaco ofrece un cacao de aroma intenso y notas tropicales, las zonas de cordillera aportan perfiles más florales y complejos.

El Instituto de Innovación Agropecuaria del Pacífico señala que, gracias al manejo de híbridos locales y variedades nativas, el cacao nariñense presenta:

Acidez equilibrada

Aroma frutal persistente

Bajo nivel de amargor

Cáscara delgada y buena fermentación

Estos atributos lo han llevado a ganar concursos regionales y a ser incluido en ediciones especiales de chocolaterías colombianas como Cacao Hunters, Luker y emprendimientos nariñenses emergentes.

Putumayo: cacao como motor de paz y desarrollo

En Putumayo, el cacao ha logrado reemplazar cultivos ilícitos en más de 18 municipios. Programas campesinos y acuerdos comunitarios han impulsado la exportación de cacao fino a mercados especializados en Estados Unidos, Suiza y Japón.

Municipios como Mocoa, Puerto Asís y Orito ahora cuentan con centros de acopio, laboratorios de análisis sensorial y emprendimientos de chocolate artesanal que se han convertido en atractivos turísticos.

“Ahora el cacao es una alternativa real para las familias. No solo nos da ingresos, también nos da orgullo”, afirma una productora de Puerto Guzmán en uno de los encuentros cacaoteros anuales.

Turismo alrededor del cacao: nuevas experiencias para viajeros

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El sur del país está comenzando a organizar rutas turísticas que incluyen:

Caminatas por fincas cacaoteras

Talleres de cosecha y postcosecha

Clases de catación de chocolate

Recorridos por chocolaterías artesanales

Experiencias gastronómicas con salsas, bebidas y postres basados en cacao

En Tumaco, la Ruta del Cacao del Litoral se ha convertido en una propuesta que atrae a viajeros nacionales que buscan conocer los procesos detrás del chocolate fino y apoyar economías locales.

Retos y futuro del cacao sureño

Aunque el potencial es enorme, los productores de Nariño y Putumayo aún enfrentan:

Vías rurales en mal estado

Costos altos de transporte

Falta de maquinaria para escalar producción

Necesidad de certificaciones internacionales

Acceso limitado a mercados de alto valor

Sin embargo, el panorama es optimista. Organizaciones agrícolas indican que el cacao del sur podría duplicar su producción para 2030 si se mantiene la asistencia técnica y se fortalecen las alianzas comerciales.

Un chocolate con identidad colombiana

Hoy, el cacao del sur no solo es un producto agrícola: se ha convertido en un símbolo de resiliencia, paz y tradición campesina. Chocolates artesanales elaborados en Pasto, Mocoa y Tumaco están comenzando a ganar reconocimiento, posicionando al sur colombiano como un territorio clave para el cacao de aroma fino.

El “nuevo chocolate colombiano” empieza a escribirse desde Nariño y Putumayo, donde cada grano representa historia, esfuerzo y una oportunidad de futuro.