JUBILARSE NO ES TAN BUENO

Ayer en la mañana me encontré en la Plaza de Nariño con un amigo que tenía una cara impresionante de felicidad.

– ¿Qué te pasa, que se te ve tan contento? ¿Te ganaste la lotería?

-Mejor que eso, me respondió. “Cómo te parece que ya me faltan muy pocos meses para jubilarme y ¡por fin voy a poder descansar después de tantos años de trabajo!

Lo miré con profunda lástima. ¿Descansar? Jajaja y para irlo preparando a lo que se le viene y bajarlo de esa nube decidí invitarlo a tomar un café.

“Mira tú sabes que yo llevo varios años pensionado y pensaba lo mismo. ¡Qué alegría no tener que volver más a la oficina, pero la cosa no es como parece! Entonces le conté mi historia;

“Los primeros días, para que negarlo, todo chévere,  dormía hasta tarde y veía la televisión en la cama, sin tener que preocuparme de ninguna noticia.

Pero, luego comenzaron los problemas. Por la mañana me tocaba ir a comprar el pan. Luego mi esposa me daba una lista de cosas que necesitaba de la tienda y muchas veces me tocaba devolverme a cambiar un aguacate que había salido duro o algún mango dañado.

Después, aunque quería dormir un poco más, me tocaba levantarme, porque le daba a las 8 de la mañana por arreglar la cama y no había poder humano para convencerla de que dejara eso para después.

Pero faltaba más. En mi condición de pensionado, cayó sobre mí la responsabilidad de sacar a pasear el perro, un animalazo de 30 kilos, a quien le encantaba arrastrarme por la Avenida Boyacá, por lo que, yo era el que llegaba a la casa con la lengua afuera. Aparte de eso, cada noche me tocaba darle el alpiste a unos 25 pájaros, quienes chillaban como locos, si no se les daba la comida a tiempo y corretear a un conejo para meterlo en su jaula, con lo que terminaba como sí hubiera cumplido una agotadora jornada de trabajo en DIARIO DEL SUR.

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Caramba, pensé, la cosa no es tan buena como parece, los primeros días bien, pero que va, aquí toca chambear duro y no faltaba, sino que me mandaran a la de Funes, a echarle un vistazo a los cerditos y a los árboles de aguacate. Y, sí, un día por la mañana, me dijo, “mijo ahora que no está haciendo nada (¿nada?) porque no se va este fin de semana a ver como están las cosas por allá.

Esa fue la tapa, desesperadamente llame a don Hernando Suárez y le dije que las noticias, con las que he trabajado toda la vida, me hacían mucha falta y aquí estoy de nuevo, contento, porque nunca me había laborado que una carga hogareña pudiera ser tan dura. ¡Así que pensionados abran el ojo!