La historia olvidada de los camellos gigantes que vivieron con mastodontes y tigres dientes de sable

Mucho antes de que los desiertos fueran dominados por los camellos que conocemos hoy, Norteamérica fue hogar de una especie impresionante: los camellos gigantes. Estos animales, que podían superar los dos metros de altura, compartieron el continente con criaturas tan asombrosas como los mastodontes y los temibles tigres dientes de sable.

Camellos que no vivían en el desierto

Aunque hoy asociamos a los camellos con el calor y la arena, su historia comenzó en América del Norte, hace más de 40 millones de años. Allí evolucionaron en una gran variedad de formas y tamaños, desde especies pequeñas que vivían en los bosques hasta otras más grandes adaptadas a las llanuras abiertas.

Uno de los últimos representantes de esta familia fue el Camelops, un camello gigante que habitó diferentes regiones del continente durante la Edad de Hielo. A diferencia de los camellos actuales, estos animales no tenían joroba, y su estructura corporal estaba mejor adaptada a climas fríos y variados.

Un mundo de gigantes

Durante su existencia, los camellos gigantes compartieron el paisaje con otros grandes herbívoros, como mastodontes, caballos salvajes y perezosos terrestres. Pero no estaban solos: también tenían que enfrentarse a depredadores enormes, entre ellos los icónicos tigres dientes de sable.

Estos animales formaban parte de una megafauna impresionante, que dominó América del Norte durante miles de años. Eran tiempos de climas extremos, glaciaciones y grandes cambios en los ecosistemas.

El misterio de su extinción

A pesar de su tamaño y capacidad de adaptación, los camellos gigantes desaparecieron hace unos 10 mil años. Se cree que su extinción fue causada por una combinación de factores: cambios drásticos en el clima, pérdida de hábitat y la posible presión de los primeros grupos humanos que ya habitaban el continente.

En algunas zonas, como el sur de lo que hoy es California, los fósiles muestran que estos camellos comenzaron a desaparecer incluso antes que otros grandes mamíferos. El ambiente se volvió más seco, los bosques se transformaron en matorrales, y eso pudo haber sido suficiente para acabar con ellos.

Un legado que aún sorprende

Aunque ya no existen en su continente de origen, los camellos actuales —como los dromedarios y los camellos bactrianos— son descendientes lejanos de aquellos antiguos gigantes americanos. Su historia nos recuerda que la evolución está llena de giros inesperados y que incluso los animales más fuertes pueden desaparecer si las condiciones cambian demasiado rápido.

Hoy, gracias al hallazgo de fósiles bien conservados, como los encontrados en los pozos de alquitrán de La Brea, en Los Ángeles, podemos reconstruir parte de ese mundo perdido y maravillarnos con los gigantes que alguna vez caminaron por nuestro continente.