En un pequeño municipio de Nariño, cada diciembre las familias elaboran muñecas de trapo gigantes llamadas “años viejos”. Estas figuras representan políticos, personajes famosos o sucesos del año, y se queman a la medianoche del 31.
Lo curioso es que la gente organiza desfiles donde las muñecas son paseadas como si fueran reinas de carnaval, acompañadas de comparsas y música. Muchas veces llevan mensajes críticos y satíricos que reflejan la voz del pueblo.
Al caer la noche, los habitantes se reúnen en plazas para encender las muñecas y despedir simbólicamente los problemas del año. La tradición mezcla lo festivo con lo ritual.
Para los nariñenses, quemar un “año viejo” es mucho más que diversión: es una forma de purificación cultural y espiritual.

