Colombia está destacando en el mapa turístico con nuevas regiones que empiezan a consolidarse como opciones atractivas, más allá de los destinos clásicos como Bogotá, Medellín o Cartagena. Un informe de Airbnb reveló que en 2024 al menos 14 destinos del país recibieron visitantes por primera vez a través de esa plataforma, lo que evidencia la dinamización del turismo y su impacto en economías locales.
Más del 40 % de las reservas hechas durante ese año correspondieron a destinos naturales, y aproximadamente el 60 % de los viajeros fueron nacionales. Entre los lugares que debutaron figuran Gutiérrez (Cundinamarca), Villanueva (Bolívar), El Peñón (Santander), Belén (Boyacá), El Paujil (Caquetá) y Chiriguaná (Cesar). Se suman también destinos emergentes como San Juan de Betulia, Ovejas, El Carmen de Atrato, Lloró y Morelia, que se perfilan como apuestas de turismo rural, naturaleza y cultura.
La forma de planear los viajes también está cambiando: ya no bastan los precios bajos o la fama de un destino. En encuestas recientes, los colombianos valoran cada vez más las experiencias, las reseñas de otros viajeros y la posibilidad de vivir algo auténtico. Cerca de un 30 % investiga detalladamente alojamiento, rutas, gastronomía y actividades antes de decidir; otro porcentaje prefiere planificar con ayuda profesional o hacerlo con itinerarios claramente estructurados.
Este crecimiento de destinos rurales y menos conocidos impulsa no solo el turismo —y por ende ingresos y empleos locales— sino también una forma de viaje más consciente, vinculada al ambiente, la comunidad y la autenticidad.