El teatro volvió a latir con fuerza en Pasto. Desde el pasado fin de semana y hasta el 6 de septiembre, la capital nariñense se viste de fiesta con la edición número XXIX del Festival Internacional de Teatro, un encuentro que durante casi tres décadas ha convertido a la ciudad en referente cultural de la región.
Las calles, las plazas, los teatros y hasta los espacios no convencionales se transforman en escenarios abiertos para recibir a compañías de distintas partes del país y del mundo. Con funciones, talleres, conversatorios y actividades especiales, este festival ofrece mucho más que obras: se trata de un puente de diálogo entre artistas y público, una oportunidad para que la cultura respire más allá de las butacas.
Bajo el lema “Públicos para el Teatro, Ciudadanos para la Vida”, la organización del festival recuerda que esta tradición cultural ha sido posible gracias al público que, por 29 años, ha acompañado cada función con aplausos, asombro y fidelidad.
Más que un evento artístico, el festival se ha convertido en un símbolo de identidad para los pastusos. En cada función, el espectador encuentra no solo entretenimiento, sino también la posibilidad de reflexionar sobre la vida, los problemas sociales, la memoria y los sueños colectivos. “El teatro nos recuerda que somos humanos, que necesitamos encontrarnos y reconocernos en el otro”, comentó uno de los organizadores durante la apertura.
Este festival, que se ha consolidado como una de las plataformas teatrales más importantes del suroccidente colombiano, cuenta con el respaldo del Ministerio de Cultura, a través del Programa Nacional de Concertación Cultural y el Programa Nacional de Salas Concertadas, así como de la Alcaldía de Pasto – Secretaría de Cultura y la Gobernación de Nariño, mediante su Dirección Administrativa de Cultura.
Las instituciones reconocen en este espacio un motor para la circulación del arte, el fortalecimiento de la industria cultural y la integración de la comunidad en torno a un lenguaje universal como lo es el teatro. Cada función es un viaje. El público se enfrenta a historias que conmueven, divierten y cuestionan, mientras la ciudad entera se llena de movimiento y alegría. Pasto, con sus noches frías y su gente cálida, se transforma en un enorme escenario donde la cultura tiene la última palabra.

