Una Constituyente que cambió la historia del país

Los colombianos encontraron eco para la defensa de sus derechos fundamentales. Ahora se discute su modificación.

El tiempo pasa con una rapidez asombrosa. Otrora se discutía la utopía de modificar la Constitución, vigente desde 1886. Aun cuando hay que recordar, la primera que se estableció en el país fue la del 30 de agosto de 1821, en la ciudad de Cúcuta.

Esa Carta Magna marcó el inicio del sistema republicano en Colombia y unificó los territorios de la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, bajo el nombre de la Gran Colombia. 

La semana pasada se conmemoró el 34 aniversario de la Constitución Política de 1991, una celebración que naufragó en medio de las múltiples noticias que nos inundan a diario, entre ellas, el estado de salud del senador Miguel Uribe y una investigación que aún no termina por develar quiénes son los autores intelectuales y la totalidad de quienes están involucrados en la comisión del atentado.

No podemos dejar de ponderar la Constitución. No es solo un conjunto de leyes; es, en esencia, un faro que ha guiado al país a través de aguas turbulentas, marcando un antes y un después en nuestra historia jurídica y social.

Nacida de un amplio consenso nacional en un momento de profundos desafíos, la Constitución sentó las bases de una democracia más participativa y pluralista, prometiendo la garantía de los derechos fundamentales y trazando un camino hacia la paz y la estabilidad que aún hoy anhelamos y construimos.

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¿Y frente a la propuesta de modificarla? El pueblo colombiano, el constituyente primario es quien debe tomar la decisión. ¿La razón? Ninguna Constitución está grabada en piedra de mármol. En el mundo, históricamente, se modifican en consonancia con el devenir histórico de los pueblos.

La discusión está en ciernes, pero es válida e, insisto, serán nuestros connacionales quien determinen el curso a seguir.

Entre tanto, ponderar la Constitución que tenemos. Una trinchera desde la cual los ciudadanos podemos contener injusticias, evitar arbitrariedades y exigir el respeto de nuestros derechos. Y es precisamente en esas herramientas donde reside gran parte de su poder.