El camino de tierra que conduce a la vereda Capulí de Minas, en el municipio de El Tambo, guarda historias que no suelen aparecer en los informes. En una de esas casas humildes, dos hermanos solían levantarse antes del amanecer para recorrer kilómetros a pie o en una bicicleta prestada con tal de no faltar a clases.
Allí llegaron los Equipos Básicos del Centro Hospital San Luis, no solo con estetoscopios y tensiómetros, sino con ojos y oídos atentos. Detectaron más que síntomas: vieron carencias, sueños postergados, infancias marcadas por el esfuerzo. Y decidieron actuar.
Con el apoyo de la comunidad, organizaron una campaña que terminó en una escena difícil de olvidar: los niños recibiendo bicicletas nuevas, kits escolares, ropa y zapatos. Todo ocurrió en la escuelita del lugar, donde también escucharon una charla que les hablaba de sueños, de futuro, de creer en sí mismos.
Esta historia es apenas una entre muchas. Porque cada jornada rural que emprenden los equipos de salud es también un acto de esperanza. No solo curan: conectan, transforman, dignifican.
En medio del polvo y el silencio del campo, la salud también puede llegar en dos ruedas, con una sonrisa y la promesa de un camino menos solitario.

