No ha sido fácil salvaguardar el barniz de Pasto mopa-mopa late: el mayor desafío ha sido lograr que nuevas generaciones abracen este saber prehispánico como herencia viva, no como reliquia.
Desde 2012, cuando Álvaro Gómezjurado, la Fundación Mundo Espiral y el Ministerio de las Culturas iniciaron el camino, se pasó de 18 maestros a más de 130 practicantes, muchos de ellos jóvenes que han hecho del barniz su lenguaje, su oficio, su identidad.
La clave ha sido la transmisión del conocimiento a través del hacer: talleres, encuentros anuales y formación desde la raíz. Hoy participan recolectores del Putumayo, ebanistas, torneros, talladores y barnizadores que, junto a la Fundación, han construido un modelo integral: investigación, dignificación del oficio, apropiación social y comercialización cultural.
La Fundación Mundo Espiral no solo articula eslabones de una cadena artesanal; entreteje dimensiones culturales, ecológicas y económicas. El proyecto más reciente –una plataforma digital para contar la historia de cada artesano y vender sus obras en el mundo– marca un nuevo horizonte.
El barniz de Pasto mopa-mopa ya no es solo una técnica; es un movimiento, una comunidad que ha decidido bailar con sus manos

